Habíamos quedado en la plaza a las 7:30.
La razón de tan temprana hora, fué que días antes, intentamos realizar la misma ruta con mucho calor y… la pájara fue monumental…
La llamada a los miembros del club decía algo como: Ruta bonita, técnica y no apta para promesas…
Y ante tal reclamo fueron varios Karrikiris los que no quisieron perderse la nueva ruta.
Puntuales, como siempre, acudían a la plaza Guillermo, Samuel, Marta, Toño, Juan Carlos, Bauti y yo (Iñaki).
El grupo lo comandaba Aitor (sherpa de la expedición).
Por último acudía a la llamada, Dominguez, amigo del club Murchante («Manolete team»), que viviría una experiencia…
«diferente» esa mañana y al que agradecemos la compañía.
Hay que decir que la ruta tenía un cierto nivel técnico y que si por un lado, no exigía grandes habilidades rodadoras, si que requería de una cierta costumbre y pericia técnica para solventar los problemas que el propio terreno iba poniendo a nuestro avance.
Es por ello, que este tipo de rutas, cuando el grupo participante es numeroso, se suelen alargar (caídas…, pinchazos…, no me atrevo a bajar por ahí…) y por tanto, había que madrugar para hacerla lo más tranquilos posible y salvando las horas de más calor.
Repartidos en los coches nos dirigíamos a la zona en cuestión hasta llegar a un improvisado aparcamiento en… la nada.
La ruta comienza con unos kilómetros de subida y con las piernas frías ascendemos tranquilamente y sin prisa.
Ascendidas las primeras rampas y unos kilómetros más adelante, damos con una de las rampas de «la plana de la negra» que sorteamos para proseguir a lo largo de una pista con suaves toboganes.
En un punto determinado, abandonamos la pista y avanzamos por un campo yeco que va a dar a algo parecido a un sendero (digo parecido, porque ni se veía, ni había huella, zona marcada o nada que se le parezca… jijiji).
Al poco de internarnos en «el sendero» oigo detrás de mi un:
-«Pero que es estoooooooo!!!!!»
Se me olvidaba mencionar que de las múltiples especies botánicas dotadas de pinchos… allí se reunían, hermosos ejemplares de todas ellas con alturas imponentes que abrazaban bici y biker con cariño.
Disfrutando como enanos, Aitor, Samuel y yo bajamos ligeros hasta que escuchamos atrás un ruido de maleza.
bueno, el ruido de alguien impactando contra maleza, describe mejor el sonido.
Esta sería la primera de las muchas veces que alguien abraza un matorral y casi no puede salir del mismo…
Continuamos bajando, con la atención puesta en la vegetación que hay a la altura del manillar y que constantemente se enreda en el mismo para ayudarte a descabalgar «por orejas»…
Una vez salvado un árbol caído, en el que tenemos que hacer cadena humana para pasar las bicis… hacemos lo mismo con otro casi igual, dispuesto pocos metros más adelante.
Tras los porteos, proseguimos por nuestro sendero de los tigres (es un nombre de lo más adecuado, visto que al terminarlo, nuestros brazos y piernas están igual, que tras una pelea contra felinos).
Avanzando unos cientos de metros, parece que el terreno está algo más limpio y disfrutamos del sendero, hasta que veo desaparecer literalmente a Samuel, delante mía. No me acordaba!!!
Giro a la izquierda y ABAJO… está Aitor y Samuel descendiendo por una… cuestecilla de unos ocho metros, unpelín inclinada. Moola!!!
Es de 4esas cosas que si las piensas… no las bajas, así que que encaro la bici y desciendo para avanzar un poco más hacian la ladera contraria por l a que tenemos que ascender. A media ladera, me detengo y vuelvo la vista para ver como baja la gente. a mi lado, Juan Carlos, que ha bajado tras de mi y también toma posiciones para ver el espectáculo…jijiji
Pasa Guillermo y tras pegar un frenazo y volver a trás (la primera impresión)… baja como un jabato.
Posteriormente, asistimos a un espectáculo de treking en el que unos se agarraban a las hierbas , otros se quedaban mirando desde arriba, pensando que era una broma…
La cosa es que finalmente todos acabamos bajando y sorteando el obstáculo.
La ladera en la que estoy detenido, termina en una nueva pista, que seguimos en sentido descendente.
Tras un par de kilómetros por el camino, giramos 160 grados a la derecha y ascendemos hasta llegar a otro punto clave.
Esta vez me toca ir primero, por un sendero en sentido ascendente.
No es especialmente técnico y está mucho más limpio que el anterior. Aquí ya no hay vegetación con la que pelear, si bien discurre por un bosquecillo.
Avanzo unos cientos de metros y miro atrás. Solo veo a Guillermo y decido parar para reunir al grupo.
Tras escuchar varios: «clonch», «plas», «catapum»…
Aparecen unos riendo y otros con camuflaje (léase: ramas por el cogote y aderezos similares).
Continuamos ascendiendo sin incidentes y llegamos de nuevo a otra pista. Segundo objetivo conseguido…
Rodamos ascendiendo en primer lugar de forma suave, para posteriormente bajar una larga cuesta. Y como todo lo que baja sube (¿o era al revés?)…
Toca ascender.
La pista serpentea por una ladera en una cuesta ascendente de varios kilómetros pero sin gran pendiente.
Nos la tomamos tranquilamente y llegamos arriba.
Allí decidimos detenernos a comer algo.
Samuel saca un trozo de membrillo que parece una bovedilla, mientras el resto no alcanzamos a entender como ha sido capaz de subir con los (aproximadamente) 90 kilos que debía pesar el trozo de membrillo…
Repuestas las fuerzas, continuamos por el camino el sentido descendente pero sin perder mucha altitud.
Hoy celebran una cicloturista por esa zona y vemos cintas de balizamiento, colocadas por la organización de la misma.
Nos toca meternos en toro sendero/bosque, esta vez en sentido de bajada y nos lanzamos a por él.
Cuando estamos casi abajo, el gúia nos dice que estamos fuera de track, así que decidimos y pensamos que lo mejor es descender por la pista que hay a escasos 50 metros y empalmar con el sendero en sentido ascendente desde más abajo.
El camino baja hasta un punto en el que nos metemos hacia arriba por un sendero que se «supone» es el mismo que llevábamos de bajada (pero que posteiromente descubriríamos que no lo era).
Subo en primer lugar y detrás mía va Juan Carlos.
No llevaríamos mas de 200 metros de sendero cuando tenemos que sortear una pendiente llena de hoja de pino en leve curva.
Me siento lo más atrás posible y agacho el tronco hasta casi tocar con la barbilla la potencia.
Venga, venga!!! que derrapa!!!! ufff…. arriba!!!
Trás de mi escucho algo como:
Derrapaaaaaaaaaaaaaaa!!! Clonch!!!! crack cotocrock!!!!
-«Que puta mañanaaaaa!!!!»
Pienso que no ha llegado a caerse «del todo» y prosigo unos metros hasta que miro atrás y no veo a nadie.
La leyenda cuenta que los animales corrían despavoridos, los pájaros salien en bandadas abandonando el bosque al oir semejante retaila de juramentos y ver a Juan Carlos en el suelo, de espaldas, con las zapatillas en sus calas perfectamente ancladas y las ruedas mirando al cielo, mientras Samuel y Toño lloraban (de pena debía ser…).
Aparece, el que cabalga boca arriba, un poco polvoriento, tras de mi y seguimos.
Tengo que agachar la cabeza hasta pegar con el manillar porque hay una rama de pino que atraviesa el sendero.
Pasa Juan Carlos… y ya no había rama de pino….
El chico es valiente y prosigue, mientras los de atrás ven facilitado el camino gracias a las buenas acciones del «Expreso de la Bardena».
El sendero asciende de forma mas abrupta y frente a nosotros hay un río de piedras que a muchos nos recuerda ciertas zonas de la «Cañada de los Roncaleses» (piedras del tamaño de las que conforman las paredes de una catedral…).
Esta vez no queda otro remedio que descabalgar y arrastrar la bici hasta que terminan ese terreno y volvemos a montar y ascender hasta la pista que hay arriba.
Arriba Juan Carlos me enseña la mutación…
Señala cierto punto de su espinilla en la pierna izquierda y el diagnóstico es claro.
Le ha salido un tercer testículo en la pierna!!!
La «tri-testiculitis» hace que le duela (debe ser el aumento de testosterona).
Mantenemos la rara enfermedad en secreto para no alarmar al resto y seguimos por camino.
Tomamos un desvío a la izquierda y Aitor se pone al frente.
Un desvío a la izquierda y otro a la derecha nos llevan a un sendero que desciende, primero de forma suave y posteriormente se torna en una trialera soñada por cualquier biker que guste el enduro.
Por este orden, Aitor, yo, Samuel y Juan Carlos, bajamos como si de una culebra se tratase y disfrutando como pocas veces, sobre una bici.
No se oye a nadie detrás así que nos detenemos para reunir al grupo.
Al poco, aparece Guillermo, seguido de Bauti con una sonrisa de oreja a oreja, así que no hace falta ni preguntarles si les ha gustado.
Yo estoy un poco preocupado porque no es el terreno que mejor se le suele dar a Marta, pero, ésta, me deja a cuadros. Sorprendentemente tampoco tarda mucho el resto del grupo y «la secre» dice que le ha gustado…
Pues hija, si eso te ha gustado… no se ya a que le tienes miedo… (lo celebro).
Unos cientos de metros después damos con una pista, por la que recorremos unos metros y nos metemos en otro larguísimo sendero que llanea la mayoría deltiempo y otras veces asciende suavemente.
El paisaje, es digno de ver, con barrancos a nuestra izquierda y paredes a nuestra derecha, entre pinares y bajo los cortados formados en la parte trasera de la plana. Estoy alucinando…
Parece que el grupo, definitivamente, le está pillando el truco a esto de los senderos y la técnica, así que vamos más juntos, hasta que varios kilómetros más adelante vamos a parar, a una pista por la que transcurre la prueba cicloturista.
Coincidimos con varios participantes y llegamos al avituallamiento, donde, a pesar de decir que no eramos corredores, nos animan a comer y beber algo.
Nosotros que somos muy recatados (si, en ese momento, si..) declinamos el ofrecimiento, para seguir por un camino diferente al que lleva la prueba.
Charlando, que te charla, se nos pasa el punto donde teníamos que enlazar con el siguiente sendero y Aitor nos dice que hay que dar vuelta atrás…
Alcanzamos el punto correcto y nos avisa:
-«Este tiene mucha piedra»
La primera parte del sendero tiene una pequeña subida, con una tría en medio y piedras que hacen difícil la progresión, pero seguidamente empezaba una bajada con grandes piedras y algunos escalones por la que nos lanzamos disfrutando.
Abajo nos detenemos y falta uno.
Esperamos unos minutos y no aparece así que varios vuelven a buscarlo mientras Juan Carlos muestra el tercer elemento a a los que allí nos encontrábamos…
Tras anunciar el diagnóstico, Marta riéndose, pide que se escriba en la crónica, par aque quede constancia de tan rara mutación, mientras Juan Carlos, pese al dolor, se lo toma a risa y de buen humor.
Aparece el perdido. Había pinchado pero todo quedó arreglado.
Continuamos por el sendero que hace unos toboganes y se adentra en una zona más frondosa, cuesta arriba, donde aumentan las pulsaciones, pero, para cuando queremos darnos cuenta, estamos en el camino de nuevo.
Aitor nos anuncia que ha sido el último sendero y que ahora la pista ya nos conduce de vuelta.
Realizamos el trayecto de vuelta de unos 10 kilómetros, hasta los coches donde terminamos la ruta.
Personalmente ha sido una de las vueltas más bonitas que he hecho nunca, si bien es verdad que alguno (más acostumbrado a la carretera, no tiene la misma opinión que un servidor), así que si quieres tener tu propia opinión sobre la ruta… tendrás que hacerla.
P.D: Esta va al calendario Karrikiri SI o SI (opinión generalizada), por lo que, si no has sido uno de los afortunados/as que la ha realizado, tendrás tu oportunidad.