Crónica: Creo que Patxi durmió en el sofá

Mientras Chelu devoraba las ensaimadas que tenía por desayuno…

Otros Karrikiris, intentábamos dilucidar cual de las equipaciones era la correcta para la ruta, y por más señas del señor Saso, respecto del traje y corbata, me decidí a ponerme de corto… hasta que salí de casa y añadí el cortavientos a mi vestimenta.

En el parque se dan cita (espero no olvidar a nadie):

Guillermo, Diego, Patxi, Ines, Javier, Ezequiel, Samuel, Roberto, Jose, Feliciano, Bauti, Saso, Unai, Fernando Martiartu y yo (Iñaki).

Con tan nutrido pelotón, no sabemos a donde tirar, hasta que Patxi, nos dice que conoce una senda y tal…

Vamos, que poco hizo falta para dar por buena la ruta.

Bajamos hacia San Gregorio y de allí, como en las primeras ediciones de la Night & Bike Murchante, nos desviamos hacia el estrecho para coronar los royales.

Pasamos los toboganes del camino que conduce al cruce con la carretera  «Cascante-Fitero» y continuamos siguiendo el recorrido de la primera edición de nuestra nocturna, hacia Monte Alto.

Patxi, me alecciona con los nombres de varios corrales de ovejas, valles y cabezos, pero por más que intento acordarme en este instante… no hay forma.

Ascendemos hasta el repetidor, donde las rampas se complican y tenemos un mano a mano entre Diego, Bauti, Unai y un servidor, que finalmente se lleva por la mano, Diego.

Una vez en el repetidor, «el serpa», nos indica que hay que proseguir recto, por el camino principal hasta que unos kilómetros más adelante, junto al amplio camino de bajada que lleva a Tarazona, nos señala lo que según dice, es un sendero.

A decir verdad, yo solo veo un montón de barro, aliñado con miles de pisadas de un animal que alguno llama: «El Javalí ovejuno».

No es por contradecir a nuestro Casi «Feliz Rodriguez del Cantaro Partío», pero me da a mi que no se va a ganar la vida reconociendo huellas de animales…

Mientras pensamos en semejantes engendros, el terreno se complica y por mucho que nuestro enfermero Afgano-Nepalí, nos diga eso de:

-«Sí, sí, seguid, que es por ahí…. mas o menos hacia arribaaaaa!!»

No veo la ruta por ningún lado.

En un momento determinado, miro y veo a los cuatro que vamos por delante, en medio de una escarpada ladera, en medio de matojos…

ladera

Patxi, 300 metros más atrás, grita:

-«Para arribaaaaa»

-«Siiiiiiiii, máaaaaaaas o menos por ahíiiiiii…»

Gracias al cielo, Inés, su abnegada y hoy más que nunca, sufridora esposa, nos acompaña, lo que implica que si sigue eligiendo la ruta de esas formas… el culpable, no quedará sin penitencia!!!

Ya en la cima, y mientras me pongo de nuevo el cortavientos, Feliciano se echa unas carcajadas viendo al resto del grupo trepar como Íbices por la ladera, bici al hombro o simplemente arrastrándola.

-«Arreaaaaaa, venga que eso no es nadaaaaaa!!»

Patxi, cual pionero del Oeste norteamericano (o cual niño antes de Navidad, con el «me lo pido») se va a apropiando tanto de  terreno como de  fauna:

-«Si veis dos corzos son míos. No lo saben, pero lo son.»

-«Esta ladera es mía, y aquella también!!»

Y mientras registra la propiedad, descendemos, por un sendero pedregoso, hacia lo que en tiempos fue una cabaña.

Allí, Guillermo, emocionado, aguarda la legada de Patxi para que le explique la historia del lugar:

Patxi: -«Esto en tiempos, era un sitio de….»

Guillermo:-«Esto para mi… es una gravera!!»

Y mientras disertan sobre la naturaleza de las cosas, unos se adentran en un profundo boquete, excavado en la tierra y que descendería varios metros.

Otros descubrimos un antiguo Trillo, con una elaboración diferente a todas las que había visto y aun montamos una procesión a lo «Asterix», con un «algo» de madera que encontramos
tirado por allí mismo.

Montamos de nuevo en las bicis y al poco encontramos un camino, por el que nos lanzamos cuesta abajo.

Como si se tratase de aves en bandada, descendemos calcando los movimientos del que nos precede y así en un resalte, Samuel salta, le sigo yo y tras de mi Roberto, vuela, para aterrizar y seguir derrapando cuando…

-«Altooooo»

-«Quietos»

-«Paraaaadddddd!!!»

Como dijo después, nuestro «vidente» Samuel, tuvo un presentimiento o algo similar y noté que aminoró un poco la marcha, antes de una curva en el camino (no, no es lo normal) y eso propició que pudiéramos frenar sin tantos apuros, al ver la avalancha de piedras, que había producido el desprendimiento, bloqueando el camino (si no frena tenemos que pedir subvención para costear el dentista, uno por uno…).

Pasado el momento de peligro, volvemos a lanzarnos a toda mecha, cuesta abajo, hasta que, en un cruce tenemos que detenernos y esperar al guía.

Un camino va cuesta abajo, el otro se ve ascender….

Patxi:-«Por ese!!»

Samuel:-«Ya sabía yo que iba a ser por el que sube, hombre, no podía ser por el otro, no?»

Con Roberto haciendo de punta de lanza en uno de sus «arranques Guepardinos», el pelotón llega al embalse de Santa Ana, donde Roberto, nos explica algunas de las peculiaridades de las cañas que utilizan varios pescadores. Nuevos sistemas que no todos conocemos.

Tras una breve parada, decidimos continuar hacia Torrellas, para llegar a Los Fayos y de allí subir a SantaCruz de Moncayo.

La subida es continua y ascendemos a ritmo alegre pero sin agobios.

Ya en Santa Cruz esperamos a reunir al grupo y continuamos.

Feliciano, hombre de buenas costumbres entabla conversaciones con los hombres de la taberna local

Feliciano:-«YeeeeeeeeeeeeaaaaaAaAAAAAAAAA!!»

Hombre:-«IIIIIIIiiiiiiiiiiiiieeeeeeEEEEEEEEE»

Feliciano:-«Has visto… ya sabía yo que me iba a contestar ya…, este lenguaje es universal!!»

Con los ojos vidriosos y mi cerebro en estado catatónico, no logro comprender como esa retaila de sonidos esconde: «buenosdías, quetalestamos, yobienytucomoandaspuesbientambien…alamajoyanosveremos…»

Pero la verdad, que el dialecto Moncayil funciona, y soy testigo de ello (tanto de que funciona, como de que Feli lo habla fluido y con buen acento de la zona!!).

Salimos de Santa Cruz por la carreterilla que va a Grisel, si bien a cosa de un kilómetro giramos a la izquierda para internarnos por un camino que mas adelante sería sendero.

Roberto se pone delante, seguido por Feli y un servidor que va tragándose todo el barro donde Feli tiene a bien meter su rueda.

Pasamos el sendero como alma que lleva el diablo, disfrutando de la velocidad e intentando ver algo entre las rendijas que el barro deja en las gafas.

Una vez acabado se reúne el grupo y tranquilamente bajamos a Tarazona.

Entramos en el Tarazonica, donde coincidimos con Cesar, que ha salido solo, entrenando para los 10.000 del Soplao y viene de Moncayo.

Bajamos tranquilos, y cuando alguien se desmadra, desde atrás lo ponen firme….

Hasta que salta Bauti.

Arrancamos todos, así… como decirlo….a ver…. me viene una imagen a la cabeza…

braveheart

Bueno, ya me entendeis…

Y se van sucediendo los relevos mientras la velocidad va aumentando.

Casi al llegar a Murchante saliendo desde atrás del grupo, casi tenemos un susto cuando estoy adelantando para ponerme en cabeza, no veo a un peatón (o persona, no se bien lo que era), que viene de frente mientras mi manillar choca con el de Cesar…

Se que el mozo (runner) no ha dormido bien… ya lo siento majo, yo también me asusté!!

En la estación reunimos grupo y nos despedimos, mientas unos van hacia Tudela y otros nos desviamos a la capital.

Una ruta de unos 74 kilómetros, que a buen seguro que repetimos.

Crónica: Ruta por Ágreda con avituallamiento a cargo de Fermín

El tiempo está loco. Sino que se lo digan al Ebro, del que suben y bajan sus aguas, como si del diluvio universal se tratase.

Y es que pensábamos ir a Carcastillo, pero con las inundaciones y estas peculiaridades climatológicas, resulta que había que dar un rodeo y la cosa se disparaba en distancias.

No hay mal que por bien no venga, y decidimos acercarnos a Ágreda.

Ayer, me dió un toque, Diego (bombero de Tarazona), para ver si íbamos a salir, con la intención de acompañarnos y a las 8:30 me presento en el parque puntual.

Acto seguido aparecen, Carlos Saso, Diego desde Tudela, Fermín, la mochila de Fermín, Marta, Feliciano, Unai y un mozo que pregunta:

-«¿Alguno de vosotros sois Iñaki?»

Tras responderle, le presento al resto de la comitiva y partimos por el Tarazonica (dos fines de semana seguidos….que penitencia!!!!) hacia Tarazona, para evitar que la ruta se alargase en demasía.

En Tarazona, Marta, repasa el santoral (Santa Rita que no suban, Santo Tomás que no vayan por la cuesta, San Atilano….)   pero de nada le sirvió…

Como es tradición, nos metemos por las calles del casco antíguo y ascendemos hasta el camposanto, para proseguir hacia la chopera de Torrellas.

En pocos minutos estamos escalando por la carreterilla que asciende al pantano del Val, sobre el pueblo Los Fayos, y tras una breve conversación, creo sofocar un conato de retirada.

Infeliz de mi, mientras disfruto por los toboganes que hace el camino, «la de rosa» se queda atrás, hasta decir un escueto:

-«Me doy la vuelta!! Adios!!»

Nuestro Tudelano, Diego, que pese a ir dopado, no está del todo bien, decide volver con ella, mientras el resto continuamos la aventura.

Dejamos atrás el pantano, y el paisaje cambia por completo.

Si unos kilómetros atrás eran pinares ahora, la frondosidad se constituye mediante chopos, juncos, cardos y algún que otro arbusto  de espinas afiladas, que a Feliciano

le traen malos recuerdos de Artajona.

No tardamos en llegar al río y por suerte hay un tronco con algunas ramas adicionales por las que hacemos equilibrios para pasar, mientras la bici va por el agua.

En un momento de despiste, meto el pié hasta el tobillo en el agua helada, pero por suerte, el GoreTex de las botas de invierno parece funcionar y saco el pié totalmente seco.

-«Madre, madre, si llego a vestir otro calzado…»

Continuamos un kilómetro y tenemos que volver a detenernos.

El camino está totalmente inundado. El río se ha desbordado en esa zona.

Como he venido varias veces, sé que habitualmente son unos doscientos metros, tras la curva (que nos impide ver el final de la inundación) el terreno que suele estar encharcado.

A nuestra derecha un talud de unos 4 o cinco metros «escalable»…. y para cuando alguno piensa en qué hacer, Feliciano y yo estmaos subiéndolo con las bicis al hombro y agarrados a las raices, para no caer. El resto, se apresura a hacer lo propio y acabamos por el monte, haciendo el corzo…

Como era de sospechar, más adelante, el camino está en perfectas condiciones, y volvemos a montar para seguir pedaleando.

Pese a ser una ruta, que repito varias veces cada año, no me canso de disfrutar del paisaje.

Unai, está pletórico y con una sonrisa que no se le va de la cara, mira de lado a lado, mientras al antes camino se torna en sendero sinuoso.

-«Que chulo, es de los sitios más bonitos en los que he montado en bici!!»

Llegamos a la catarata del pozo de las truchas y como hay algunos que no han estado, descabalgamos para hacer algunas fotos y que puedan ver el sitio tan bonito, porque… aquí, además, se complicará el camino.

Toca subir escaleras, y.. QUE ESCALERAS (alguna tendrá casi 35- 40 centímetros de alto). Mientras el amigo Unai olvida lo bonito del lugar y empieza a maldecir las largas escaleras, vamos cual penitentes paso a paso, hasta llegar arriba.

Seguidamente hay una pendiente pronunciada y tenemos que avanzar caminando unos metros para poder montar en bici.

Voy el primero, monto, avanzo unos 20 metros y oigo un chirrido metálico.

Miro detrás. Unai está mirando la bici, y el resto se detiene a ver el problema.

Por alguna razón, ha perdido un tornillo que aguantaba el plato grande y éste se ha doblado (y eso que era nuevo).

Por suerte, llevamos la mochila de Fermín y tras descartar, el uso de varios utensilio que seguro que llevaba (una bombona de oxígeno y otra de acetileno, una barra de uña, un elevador de coches tipo taller…) optamos por unos alicates que por supuesto, también lleva.

Feliciano, desdobla en la medida de lo posible, el plato poer ha quedado inservible. Con unas bridas (si, de la mochila…) se hace un apaño y se hace un conjuro para que Unai vaya en plato pequeño todo el resto de la ruta.

Continuamos subiendo y bajando por el sendero, hasta que encontramos el segundo grupo de escaleras, mientras el pobre Unai (que no tiene su día) asciende negando con la cabeza…

La ruta continúa por un sendero aéreo, asegurado por una soga dispuesta entre postes a nuestra derecha.

No tardamos en volver a transitar por camino en continua subida (cosa que taladra a un mocico que yo me sé…).

-«¿Otra subida?  ¿Pero otra más?!!?!?!?!»

No mucho después, estamos en Ágreda.

Y como es una ruta, cuesta arriba, subimos hasta lo más alto del pueblo para descender después al parque, donde nos detenemos un instante.

Nuestro catering, Fermín, (de verdad que la mochila es mejor que el bolsillo de Doraemon) saca un paquete de galletas Chiquilín, otro paquete de galletas de chocolate….y porque le paramos antes de sacar el ternasco con patatas.

Tanta abundancia nos hace acabar comiendo todos galletas.

La ruta de ida estaba clara en mi cabeza, pero hace ya bastantes kilómetros que llevo pensando en un cruce que no recuerdo bien a la hora de volver.

Salimos de Ágreda por un camino bajo la autovía que va a dar a la antigua vía del tren, hoy vía verde.

Rodamos agusto, hasta que llegados al dichoso cruce, y sin recordar, me decido.

-«Creo que es para arriba»

Unai:-«Claro, vaya hombre, iba a ser hacia abajo…. imposible…. si es que…..jejeje»

Cien metros más adelante el camino termina y hay que volver.

Por suerte, el cruce del que tenía dudas se resuelve solo y descendemos por un camino en buen estado, hasta llegar a una cuesta arriba, que yo recordaba mucho más larga.

PAsamos por un pueblico, y al salir tengo otra duda, aunque creo dar con la salida correcta.

Justo al tomar el camino le comento esto  Feli.

-«Mira, un cartelico donde pone: Valdepalomas. Ya tienes para acordarte en futuras ocasiones».

Y la verdad es que se me quedó grabado (llamemos «Waypoint»…jejeje).

No avanzamos mucho y han estado haciendo movimientos de tierra, reorganizando caminos y esto rompe los esquemas.

¿Como voy a acordarme si me mueven los caminos de sitio?

Damos unas vueltas y por suerte, nos orientamos.

Iñaki-«La carretera debería de estar ahí cerca y…»

Diego:-«Sí, allí está!!»

La cosa está clara. Hay que bajar del monte en el que nos encontramos…

Y dicho y hecho. Campo a través, nos lanzamos hacia abajo, con una sonrisilla en la cara, hasta que cinco minutos después estamos rodando por la carretera, escasos doscientos metros hasta el cruce.

Estamos en la carreterilla de la subestación de la Nava, y Unai empieza a…. ¿Bailar?¿botar?…

Pinchazo toca cambiar cámara y nos detenemos el tiempo necesario para hacerlo.

Acto seguido nos desviamos por una pista, ascendente (pero suave) hacia Monte Alto.

Desde allí, y por una preciosa bajada descendemos, no sin algún susto (cosas de zanjas, en medio del camino…. que había que saltar a toda velocidad).

Llegamos a Monteagudo, y de allí a Cascante, donde nos cruzamos con Marta Garriz, su prole and company, para terminar nuestra divertida ruta en Murchante con algo más de 90 kilómetros a la espalda y mucho divertimento.

 

31 de Agosto… casi Septiembre…

Ciclisticamente hablando, han sido unas vacaciones de órdago (pero a la grande, a la chica y a pares…).

Desde la salida que hicimos en Junio, con nuestros amigos de Buñuel, no había tocado la bici (ni con el dedo) y eso tiene su repercusión… a todos los niveles (el nivel de úrico, el de colesterol y vete a saber que otros…).

El domingo quedamos a las 8:30 en el parque: Guillermo, Chelu, Marta, Jarauta, Roberto, Aitor, Cesar Aguado y yo (Iñaki)

Se me olvidaba: Gerardo CASI vino (pero solo casi).

Tenía preparada una satén para darle en la cabeza al primero que dijera una ruta inapropiada pero al parecer, la gente estaba por la labor de empezar la temporada tranquilamente.

Decidimos, a propuesta de Cesar, ir hasta los Fayos por la ruta de los toboganes y encaramos las ruedas hacia el cementerio.

Salimos por el camino que discurre junto al camposanto, hacia Cascante y tras pasar las granjas de vacas, llegamos a la carretera de la balsa, en su tramo más próximo a la población.

Por una ruta, ya conocida por todos los Karrikiris, atravesamos una serie de senderos y cuestillas, que nos llevan hasta el camino del cementerio de Cascante (esto hoy, va de lápidas por lo que se ve…).

dejando el pueblo atrás y ascendiendo en dirección contraria al recorrido de la Night & Bike de este año.

Atravesamos la carretera Cascante-Fitero (la de los toboganes) y proseguimos ascendiendo hasta llegar a la balsa que abastece de agua a los pueblos de la redonda, cerca de monte alto.

Un poco más adelante, subimos la cuesta de los sifones y llegamos al asfalto. Toca bajar!!

Nos acercamos a Tarazona mientras conversamos animadamente, los unos con los otros, y poco a poco volvemos a ganar altura, dejando el cementerio de Tarazona a la izquierda y encarando nuestra ruta

hacia el embalse de Santa Ana.

De allí, una carreterilla, nos conduce hasta Torrellas, no sin pasar antes por la nacional y pagar el peaje (llamemosle así a «la cuestica» de entrada al pueblo con pendientes del tropecientos por ciento. Menos mal que es corta).

Mientras Cesar, nos cuenta detalles de los 10.000 del Soplao, salimos del pueblo y dejamos la carretera para tomar pista en dirección a las choperas sitas entre Torrelas y Los Fayos, donde la bajada nos saca la sonrisa a todos.

Poco después estamos en los Fayos, para que los cansos de Chelu y Marta pudieran montar en los columpios (que mañanica con los de «yo quiero montar», «yo quiero columpios»!!!!).

Cuando los chiquillos se han desfogado (y alguno ha dejado el asiento del columpio abombao incluso con el hierro que llevaba debajo de refuerzoooo…)  volvemos a la chopera pero esta vez para no pasar por Torrellas, sino que iremos a subir.

¿A donde?  pues está claro: al cementerio de Tarazona  (que no quede ni uno sin visitar, solo faltaba…)

Tras comprobar que los ganado de peso este verano, no ha sido en musculatura, termina la cuesta y estamos arriba, donde uno me dice , por lo bajini:

-«Llevanos de vuelta, hacia tal sitio para darles sorpresa y tal…»

Sonrío y aunque la secre pone cara rara cuando me desvío a la izquierda nada más bajar del cementerio, la gente sigue y poco a poco vamos encarando al personal hacia «el bulto».

Bajamos por pistas conocidas y dejamos a un lado Monteagudo para llegar a Cascante, donde volvemos a tomar desvío, pasando por el termolúdico y rodear el cabezo del romero, por una carreterilla.

A pocos cientos de metros tras abandonar el pueblo, aparece, imponente «el bulto». Unos lo afrontan con decisión, otros, oyen rechinar los dientes propios a medio ascenso y otros echan el ancla al ver la bajada…jijiji

Yo con el hombro aun en proceso de recuperación total… disfruto de la sorpresa y las caras, mientras la secre que es más perra que un caniche, me sigue oliendose el percal…

Llegamos a Murchante tras aproximadamente 60 Kilómetros de ruta, divertida que seguro que nos  ha venido genial para empezar a ponernos en forma (y lo que queda…).

P.D: Anselmo, no me corrijas que estoy muy desentrenado a todos los niveles!!!

La ruta de Diego y el Conce Dracúla (acento bien colocado).

El sábado, la familia dejó solo en casa a Diego y éste no tuvo otra ocurrencia que pillar el programa del GPS y empezar a crear una ruta…

A las 8:30 quedábamos en el parque un montón de gente (tanta que se me olvidará alguno así que por una vez no los voy a nombrar uno a uno (total, ellos ya saben que estaban allí…).

La cosa es que podía ser la primavera (que la sangre altera), o la fase lunar… la cosa es que… parecía que habíamos anuciado almuerzo (a ver si no me enteré de esa parte…).

Abandonamos Murchante por el cementerio y pasamos cerca de Cascante por una de nuestras más transitadas rutas.

Yo estoy cansado y no he dormido bien, me noto flojo. Menos mal que con la cháchara la gente no aprieta.

Pasamos Tarazona, por encima, llegando al Embalse de Santa Ana y recorriendo la carreterilla que serpenteando nos lleva a Torrellas.

Nos detenemos a comer algo. Pronto viene la parte dura de la jornada y es mejor que nos pille avituallados.

Guillermo, cual pastor, obliga a «la ovejica» a meterse por el camino hacia Los Fayos mientras ella decía:

-«Yo por carretera, yo por carreteraaaa»

(al camino derecha…)

Pasamos la chopera, el pueblo y dejamos la presa a nuestra derecha para continuar junto al río Queiles por el valle que tantas veces hemos recorrido en dirección a Vozmediano, hasta que un par de kilómetros

más adelante, el Sherpa, nos indica una pista a la derecha que sube hasta la misma cresta del monte.

Son u par de kilómetros de cuesta, llevadera, pero cuando uno no tiene su día…

Arriba esperamos hasta reunir al grupo. La ruta discurre por la mencionada cresta, empalmando caminos hasta Vozmediano. La parte buena es que el mayor desnivel ya lo hemos ascendido…. de golpe.

En Vozmediano, nueva parada a reponer algo.

Continuamos por carretera en dirección a Agramonte, para girar a la izquierda donde el maestro DiegoSam, guru del GPS, nos dice.

Comenzamos una bajada por pista, con alguna pequeña grieta y piedra suelta. Feliciano va a mi lado a velocidad terminal, hasta que encontramos un cruce. Hay que parar porque nuestro guía es más… civilizado, bajando.

Mientras freno, miro atrás y veo a Jarauta (jodo, como baja tu bici eh…. y lo preocupado que estabas el día que la estrenaste porque había que «hacerse» a ella).

Justo detrás, entre los matorrales aparece el conde Dracúla. Inmediatamente recuerdo las películas en blanco y negro y miro el cuello de Marta. No, no se ven indicios de mordisco.

Sin embargo el conde Orta (digo Dracúla), con la boca ensangrentada y con hilos de sangre cayendo hacia el cuello, está acechando y por fín veo que Feliciano está con la mano en el cuello…

Tras desenganchar al «Vampiro de la retro» y limpiarle, le explicamos que no tiene que morder todas las ramas del camino, ni poner los morros cuando una se cruce en su trayectoria.

Con la lección bien aprendida proseguimos, si bien compruebo, como el grupo mira de reojo al «Nosferatu Moncaino» y cada cual, protege el cuello con la braga e incluso con calzoncillo de cuello alto… por si las moscas.

La ruta marcada es una sucesión interminable de sube y baja, hasta que atravesamos la carretera que desciende desde Agramonte a SantaCruz, para continuar, una vez atravesada ésta, por el otro lado de la ladera.

Es aquí donde me emociono, al ver el formidable grupo que formamos…

No es que seamos buenos ciclistas… es que hay más arte que en el Circo del Sol!!!!

Llega una bajada, con piedras hermosas, redondas, gorrrrdas y bien repartidas y «el  trapecista» nos muestra como se hace un looping…

Frena con el de adeltante y voala!!!!  ahí tienen al hombre ariete!!!  jijiji

(Por suerte no se hizo daño… o eso decía, vamos…)

Continuamos bajando y llegamos a la carretera que va de Vera a SantaCruz. Esta vez tomamos el asfalto y comenzamos el descenso a Tarazona.

Vamos tranquilos, hasta pasar la rotonda donde está el cruce para descender al pantano del Val.

Nosotros continuamos a Tarazona pero un bólido musculado pasa a toda velocidad…

Es un meteorito? un avión? superman??  NO. Es Feliciano, dando pedales que parece que se le va a salir la cadera!!!

Salto y voy con él. Detrás se nos unen unos cuantos más…

Vamos dando relevos o demarrajes… no lo tengo claro, pero si que al pasar de 67 km/h) me cuesta aumentar velocidad, porque no me dan las piernas…

Llegamos a Tarazona y…. nos detenemos.

Dani? donde está Dani…?

Ha desaparecido.

Telefono en mano, veo cabecear a Feli, hablando con el desaparecido…

Cuelga.

Vale, que nos vamos… que él ha parado y bla bla bla… y que dice que bla bla bla…

Seguro??? que si que si… que dice que …. bla bla bla…..

Ah vale….

Por la vía verde del Tarazonica, vamos a ritmo alegre pero sin forzar, que mal día llevo y encima acojonado… toda la vía verde con el vampiro a mi «lao» mirándome la yugular…

Por fin llegamos a Murchante y me siento a salvo. Ahora voy a por una ristra de ajos para frotármela por el pescuezo, que tras la ducha… me volveré a encontrar con «éste» y solo falta que tenga hambre….

Crónica: La Ruta Guillermina

Estrenábamos ruta.

Guillermo, me comentaba, ayer sábado, la posible ruta que se le había ocurrido realizar y la verdad es que tenía muy buena pinta (…tooo pa´rriba).

Como, a priori, la ruta era más corta que las últimas, decidimos dormir un poco más y salir a las 9:00 del lugar habitual.

Puntuales como un clavo, aparecen por el parque: Guillermo, Roberto, Jarauta, Bauti y yo mismo (Iñaki).

Junto a Bauti, viene de Tudela, Roberto Val. compañero de Spinning con el que hoy compartiremos ruta.

Salimos del pueblo por el Soladrero, camino de la antigua estación de tren «del Tarazonica» y por la misma vía verde, subimos tranquilamente.

Llegados a la altura de Vierlas, abandonamos el trazado  para empalmar con la carretera que va a Cunchillos.

Tras un par de kilómetros asfaltados, llegamos a este último pueblo, saliendo del mismo por un camino que ya va acercándonos a la primera subida del día.

Subimos a los molinos del puerto de «Las lanzas» en una mañana perfecta.

Temperatura adecuada, sin viento, un sol agradable… QUE MAÑANICA!!!!

Vamos, tanto es así que arriba, y por primera vez este año, cambio los guantes de invierno por los de primavera, ya empezamos a tener ganas de quitarnos forros…

Ha sido la primera cuesta pero como ya avisaba a mis compinches, había que guardar fuerzas para lo que estaba por llegar…

Abandonamos los molinos por la pista de la izquierda (una vez arriba como decía) para acercarnos al punto más alto del puerto en cuanto a su versión asfaltada se refiere.

Los próximos 3 kilómetros son los únicos que, ni el guía oficial ni yo, conocemos aunque, dice el «Sherpa Orta», que vio una pista que bajaba a la subestación eléctrica desde su camión (madre, madre…).

Allí y sin cruzar el puente, empezamos el descenso por un camino que se transforma en sendero y poco después en rastrojera cuesta arriba…. hasta que escucho un

-«Ye Heeeeeeeeee»

Miro atrás y no hay nadie… Upss

Vuelvo y abajo están esperando:

-«Tiene que ser por ese otro que se ve al otro lado de esa finca»

Minutos después y tras un corto tránsito de modo rotabator, seguimos bajando, ahora sí, por el camino apropiado.

Cuando se ve la instalación eléctrica, Guillermo me dice:

-«Lo veeeeeeesssssss, si ya te decía yo pero no confías en mis dotes de orientación…!!!»
(EJEM…)

Anunciamos al resto del grupo lo que se nos viene en breve.

Pasando bajo la carretera (por un túnel) daremos con una cuesta de las de aupa. Frente a nosotros, la sierra de la Diezma, y un «caminacho» que parece subir como si de una vía al K2 se tratase.

Roberto Val, mira y replica:

-«¿¿¿Seguro que se puede subir eso…???»

Quinientos metros más adelante estamos todos en molinillo, luchando por que la rueda delantera no despegue del suelo y rezando para no caernos (a ver quien vuelve a montar en una pendiente que supera, por amplio margen, el 20%).

La cuesta calculo que medirá del orden de un kilómetro y medio, que queda impreso en la mente de aquel que la asciende. 

Todos sin excepción subimos montados en las bicis (dicen las malas lenguas que Jarauta decía al que llevaba al lado):

-«Esto lo subo por mis Webs, cojones que si la subo…!!! «

Y a decir, que cumplió su palabra…

Arriba, aun con el resuello, Roberto Val, pregunta:

-«¿Esta cuesta tiene nombre?»

-«No»

-«Pues hay que ponerle porque lo merece…»

Un par de minutos después, anuncia

-«EL Molinillo, así la llamaremos».

A lo que Jarauta responde (yo la llamaría «Putadón»)…

Así que con ese par de nombres que queda bautizada y que quienes la prueben digan con cual se queda cada cual…

Estamos en la cresta de la sierra, pero aun nos queda por subir. Sin embargo, la altura alcanzada hace que el resto sea pan comido.

Continuamos por una pista que asciende suavemente y nos deja al final de la carretera de subida a la Diezma (la que sale desde Grisel) y terminamos la ascensión por asfalto.

Arriba, nos detenemos para comer algo y continuamos por la pista de los molinos hasta una bajada conocida como «la cicatriz».

Es aquí donde vemos tres asustados corzos, que corren ladera abajo evitando el contacto con nosotros.

Por la pista, unos paseantes, se detienen para ver como se les acercan, mientras el niño que les acompaña, sale corriendo despavorido viendo que se le echan encima al grito de:

-«Que nos pillaaaaaaaaaaaaaaaaann»

Los asustados animales al ver que frente a ellos había «berreadores comunes» (subespecie humana) optan por cambiar de rumbo y evitar todo contacto con humanos.

Descendemos y terminamos en la carretera de Veruela, desde donde bajamos hacia la rotonda de Santa Cruz.

En ella, están un grupo de amarillos (no son chinos, sino ciclistas del C.C. Murchante), esperando por el resto de su grupo.

Nos detenemos un par de minutos para charlar con ellos y continuamos, bajando hacia el pantano.

Pasamos Los Fayos y nos adentramos en la chopera que tantas veces hemos cruzado este invierno, para volver a subir, al cementerio de Tarazona.

Ya arriba, Jarauta no quiere oír hablar del Tarazonica así que nos anima a elegir alternativa de vuelta (¡¡y que acertadamente!!).

Decidimos volver por «los sifones» y tras algo de turismo (visitando caminos nuevos…), terminamos por dar con el dichoso sifón (y con «el aglomerao» aunque… esa es otra historia… ).

Pasamos junto a la reserva de agua de «La Mancomunidad de Aguas del Moncayo» y continuamos nuestro descenso a Monteagudo.

De Monteagudo pasamos a Cascante donde Guillermo vuelve a ejercer su mando de guía oficial y nos desvía para pasar frente al Termolúdico… (qué tramará…)

Por la entrada a Cascante, que viene de la carretera de Fitero, y en dirección «al Romero» avisa:

-«Preparaos para una última de molinillo»

-«Al romerooooooo??»

-«NO!!»

Nos desviamos y como de la nada, junto al camino sale una especie de (no se ni como llamarlo): Bulto de tierra????

Empinado, muy empinado y tomando carrerilla cada cual intenta subir como puede.

De arriba y sin tiempo para pensar,  arranca un vertiginoso descenso con escalones incluidos de los que a mi y algún otro («sevillano» que andaba por Castejón…) nos sacan la sonrisa.

Que bonito!!

Animados por esta sorpresa, decidimos evitar el trayecto final previsto y decidimos volver hacia nuestro pueblo por «otro lugar», y que no podemos citar porque…podría ser parte de cierta
prueba cicloturista nocturna a celebrar el próximo 14 de Junio… así que… digamos que llegamos a Murchante con una sonrisa en la boca tras una ruta completa que terminó con 76 Kilómetros
preciosos y que seguro que repetimos.

Crónica: Visitamos Ágreda

Habrá a quien parezca que la Javierada está lejos pero, si nos descuidamos un poco, nos veremos en Carcastillo con el almuerzo en la mano.

Es por ello que hace ya alguna semana, que viendo que los habituales están en forma, hemos ideo proponiendo rutas acordes y atractivas. A ver si el resto del grupo se anima (si hace falta empezamos de cero, claro que sí, pero necesitamos saber que queréis salir…).

Este fin de semana estábamos decididos a realizar ruta nueva.

Salimos de Murchante: Guillermo, Bauti, Diego, Patxi, Jarauta (con flamante  y preciosa bici), Sierra y yo (Iñaki).

Como tenemos que estar en Tarazona a cierta hora, subimos por el vial del Tarazonica y encaramos «el puerto de Tarazona» hasta el cementerio.

Durante la subida Diego arrea, mientras Bauti y un servidor apretamos dientes para no perder rueda…arrrg. Arriba, llegamos con las pulsaciones a tope… menudo arreón!!!

Allí se encuentra Marta que trae a probar a Goin.

Bajamos hacia la chopera sita bajo Torrellas y que nos deja en Los Fayos.

Puedes pasar durante todo el año y esos dos kilómetros de chopos, siempre sorprenden con colores nuevos. Es una zona preciosa en la que me sorprendió no ver a nadie paseando como es habitual.

En Los Fayos, ascendemos a la presa y de allí bordeando el pantano, plantarnos en su cola.

Nos dirigimos hacia la catarata del pozo de las truchas, ruta que en el último año hemos realizado varias veces pero que no aburre dado su precioso paisaje.

Continuamos mientras el camino se torna en sendero y finalmente, tras atravesar el río, varias veces, por las pasarelas, llegamos a las cataratas.

Nos detenemos a comer algo, mientras algunos que aun no habían tenido oportunidad pululan de un lado a otro disfrutando de la magnificencia de este paraje.

Continuamos con la bici a cuestas, por unas escaleras, que pese a no ser muy largas, se hacen eternas dado el alto de cada escalón.

Al llegar arriba, comprobamos que el suelo (la tierra) está congelada y a nuestro paso cruje como si de hielo se tratase.

Bajamos y volvemos a subir, para bajar nuevamente y encontrarnos  con el río al que el sendero bordea.

Disfruto como un enano mientras detrás Bauti, que viene por aquí por primera vez, va gritando algo así como:

«Que pasadaaaa, esto es acojonante.. que chulo oye…»

Toca segundo tramos de escaleras y volvemos a ascenderlas.

Arriba, un estrecho sendero balizado nos lleva en unos kilómetros a una subida ya en camino de terreno roto.

Ascendemos la cuesta y esperamos para reunir al grupo mientras aviso que allí se acaban mis conocimientos de la ruta y dependemos del GPS de Bauti. Por suerte (no es que desconfíe…o si…) Diego nos explica que un día estuvo y sabe como se llega a Ágreda (según el solo dos kilómetros en llano…). Bauti dice que el track también va por donde Diego indica así que perfecto.

Empieza «el llano» y curiosamente pregunto a Diego si soy yo o a él también le suben las pulsaciones.

Sobre el termino «llano»:

-«Hasta que porcentaje de inclinación manejas ese vocablo,Diego?»

Kilómetro y algo más adelante por fin el llano se hace presente y esperamos al grupo mientras el tudelano confiesa que él lo hizo en sentido contrario…

Parece que hemos llegado. A pocos metros de nosotros se ven las primeras casas de Ágreda. se ven un poco por encima nuestro pero vamos, nada insuperable.

Nos acercamos y de repente una cuesta abajo, nos deja ver como las casas ascienden a nuestros ojos.

Una cuesta tras otra nos deja en la zona más alta de Ágreda, y si bien no era necesario llegar hasta allí, el GPS indicaba eso así que… arreando que es gerundio.

Patxi pregunta a una mujercica como se llamaba la monja de poderes místicos (bilocación) y a la que, el rey visitaba.

La buena mujer le responde  algo así como…:

LaSatisimaMadreMariaJesusDeAgreda« (sin pausa alguna).

Una vez ilustrados sobre las personalidades del renacimiento «Agredano», llegamos al «parque de la dehesa» (si hombre, donde está esa famosa fuente de la que mana agua con olor a huevo podrido…).

Comemos algo rápidamente para que no se nos haga tarde y vemos que tal va la gente.

En manos del «hombre de los Jonderes», salimos de Ágreda, pasando bajo un puente de la autovía que nos lleva a una pista.

Al poco de rodar por ella, Diego se da cuenta. Estamos en lo que era la antigua vía del tren, ahora camino en muy buen estado y que nos lleva cuesta abajo (salvo dos pequeñas rampas ascendentes) a un pueblico, del que ninguno habíamos oído hablar: Valverde de Agreda.

Continuamos adelante y varios kilómetros más adelante, entramos en la carreterilla que anuncia la «Estación de la Nava», aunque al poco nos desviamos por un camino en dirección a «Monte Alto».

Continuamos estando a casi 900 metros de desnivel sobre el mar, lo que dice que vamos manteniendo la altura.

Goin va sufriendo pero no cede y como buen campeón continua sin quejarse.

Sierra y Jarauta miran el reloj y piensan que no sabemos donde estamos (¿nos dará la noche aquí me medio de ninguna parte?).

Aunque el GPs es cosa de Bauti, creo conocer el camino y comento a Marta y Guillermo que CREO que bajaremos por una pista por la que ya bajamos una vez y que nos dejará en Tarazona.

Nada más empezar el descenso, les digo si reconocen la cuesta a lo que ambos me miran como un gato al que preguntas la tabla del tres.

Ya casi en Tarazona, Guillermo cae en la cuenta de una ruta que hicimos hace varios años y que discurría por allí (con Fernando Campo y mi padre).

La verdad es que Bauti, ha diseñado una ruta de vuelta evitando subidas (por más que alguno «grandote» me dijera que no hacíamos más que subir también de vuelta…jijiji) y muy bonita.

Nos detenemos junto a la fábrica de caramelos de Tarazona, donde Marta y Goin, se despiden y vuelven al coche, mientras nosotros callejeamos hacia la parte baja de la cuidad.

Al pasar por la plaza del Ayuntamiento, el olor a carne asada impregna el ambiente y nosotros con hambre cabeceamos de lado a lado para ver de donde sale semejante aroma.

Finalmente terminamos de bajar y encaramos al Tarazonica, donde bajamos a paso tranquilo.

Nos despedimos de los tudelanos en la antigua estación de tren de Murchante, tras 90 kilómetros de ruta preciosa y que a buen seguro repetiremos.

Desde aquí, los Karrikiris os deseamos lo mejor para el 2014.

Crónica: Vozmediano & Agramonte. A la ladera del Moncayo

La previsión indicaba que era un dia perfecto en cuanto a viento (inexistente) y eso en la ribera… es algo para celebrar (Vade retro Cierzo!!).

Al salir de casa se nota un frío intenso, señal de que estamos a bajo cero (pero sin viento!!!!).

Guillermo y yo (Iñaki) somos los primeros en llegar al parque pero pronto aparecen Bauti, Diego, Cesar y su cuñado que se ha animado a acompañarnos.

Aparecen también Jarauta y Carlos (Sierra) y al poco lo hacen Marta y Roberto.

Son las 9:05 y sabemos que no merece la pena esperar más… no va a venir nadie más, así que salimos por el cementerio hacia Cascante y antes de llegar, nos desviamos para ir haciendo un tramo de la Night & Bike, pero en sentido inverso.

Rodamos por los caminos hablando entre nosotros. Cuando estamos a poco más de cinco kilómetros de Cascante, se nos cruzan tres corzos de buen tamaño y tras atravesar el camino, siguen a trote por un yeco… que chulo es verlos en estado salvaje.

Continuamos nuestro recorrido pasando por el embalse de la mancomunidad de aguas (donde se llenan los depósitos de agua de algunas poblaciones riberas. Entre ellas, Murchante) y seguidamente subimos la cuesta de los sifones.

Continuamos hacia Tarazona con la mente puesta en el embalse de Santa Ana, que dejamos a nuestra derecha y continuamos por una carreterilla hacia Torrellas.

Al salir, nos metemos en el camino que atraviesa la chopera, que por cierto, está precioso (en cualquier estación del año, todo sea dicho) para llegar a Los Fayos, donde nos detenemos a comer algo.

Con las energías repuestas, volvemos a nuestros cómodos sillones «bicicletiles» y proseguimos junto al río Queiles a Vozmediano.

La ascensión  es poco menos que una carrera/cronoescalada y los diez kilómetros que separan ambas poblaciones se pasan en un santiamén. Entre hielo, escarcha y paisaje invernal  avanzamos con la temperatura sin subir un ápice (probablemente lo haga pero como vamos ascendiendo… no lo notamos.

En Vozmediano, esperamos y reunimos al grupo para continuar a continuación por asfalto hacia Agramonte.

La carretera, en las zonas de sombra está helada y las ruedas hacen crujir el delgado manto blanco (cronkch, cronch…).

Llegamos arriba y nueva parada para reunir al grupo. Por fín se han terminado las cuestas arriba y empezamos a descender.

En Santa Cruz, nos desviamos para bajar por un sendero a Tarazona, donde disfrutamos como enanos  pero… no dura mucho y pronto estamos en al antigua Turiaso, desde donde bajamos por el Tarazonica y disfrutar de la merecida comida.

Han sido unos 85 Kilómetros de fría pero agradable ruta. ¿Se puede pedir más?

Los Karrikiris vuelven a rodar

No es que haya sido un verano sin tocar la bicicleta, pero… ha sido una época de menor actividad en la que vacaciones, pereza y altas temperaturas han provocado el descanso de monturas y bikers.

A la espera de confeccionar nuestro calendario para los próximos meses, no teníamos una ruta predefinida, hasta que unos amigos, nos piden que les llevemos a las cataratas del pozo de las truchas.

Cumpliendo con la petición, quedamos a las 8:30 en el parque: Guillermo, Marta, Diego, Feliciano, Cesar Aguado, José (malacate), Cope, los invitados Fermín Casajús,  Jesus Mari Jarauta y también estaba un servidor (Iñaki).

Subimos a Tarazona por la vía verde, porque había que ir recogiendo a más gente por el camino.

Nacho se nos junta en Malón y tras algo de incertidumbre, encontramos a Gerardo Lamana en el cementerio de Tarazona (fuera del mismo… conste que no le hicimos nada).

A la entrada de Tarazona, se retiró uno de los integrantes del pelotón. Aun no sabemos si por pinchazos en la pierna o en la cabeza (originados por los cubatas de la noche anterior?…).

Queríamos seguir por la chopera que une Torrellas con Los Fayos, pero unos simpáticos cazadores, plantan su señal de batida (o lo que es lo mismo: «si pasas y te cae un balazo, no fué culpa mía…»).

A todo esto, Jarauta pincha y espero un rato, mientras unos y otros no consiguen inflar la ruda (solución: botella de CO2 y rodando en un minuto…). La cara del averiado es la misma que puse yo la primera vez que vi la maravilla de las botellas… (me da que, el lunes comprará un par de estas…).

Con la nula confianza que tenemos sobre el gremio pistolero, decidimos rodar algo más de un kilómetro por carretera para entrar por Torrellas a salvo de «imitadores de John Wein» (a ver si tanto meterme con ellos…)

Salimos de Torrellas para entrar a los Fayos por la carreterilla que los une.

Encima del pueblo, la presa; a la que ascendemos, por la carretera habilitada al efecto.

Una vez reunido el grupo, en la cabecera de la presa, re emprendemos la marcha por el camino, hasta el fondo del embalse.

Buscando un ritmo en el que todo el mundo se sintiese cómodo,  llegamos al final del pantano, donde cambia la vegetación de forma radical.

De pinares pasamos a rodar entre pequeñas praderas y choperas. Flanqueados por el río Val y siempre bajo las paredes y lomas que forman el cañon.

La verdad es que es un camino digno de ver y que no conoce mucha gente, a pesar de que está «al lado de casa».

Tras cruzar el río (algun@ le faltó poco para hacerlo a nado), seguimos y el camino se va estrechando hasta convertirse en sendero.

Al poco, llegamos a nuestro destino del día, las cataratas del pozo de las truchas, donde hacemos algunas fotos y comemos algo.

Para amenizar la mañana, realizo una demostración de como se da una vuelta de campana montado en bici (era una exhibición de artes circenses aunque Marta siga sin creerme) y tras levantarme y mostrar que mis dientes seguían en su sitio, continuamos…

Llevamos 200 metros rodados cuando paramos. Jarauta pincha de nuevo y cambia otra cámara…

Al llegar al río, encontramos a Chevi, que se ha acercado con el coche hasta el pantano, y desde allí está haciendo la ruta en solitario para encontrar las cataratas.

Llegados a Los Fayos, nos desviamos por una suave subida que lleva a Santa Cruz, en la que unos y otros vamos pro grupos y terminamos perdiéndonos durante un rato (aunque en diez minutos volvemos a juntarnos).

La ruta inicial pasaba por salir de Santa Cruz, mediante un camino que termina a la entrada de Tarazona, si bien uno «duro de oido» no percibió los gritos/alaridos (euuuuuu, paraaaaaaa, que no es por ahiiiii….) y decidimos ir todos por carretera, tras él, hasta Tarazona.

Bajamos de nuevo por la vía verde y terminamos una bonita mañana, en la que solo un poco de cierzo al final, quería estropear el día (sin llegar a conseguirlo).

Al final unos 80 kilómetros de ruta, que sin ser dura, seguro que nos ayuda a ir haciendo pierna tras un verano de demasiado apoltronamiento.

Crónica: Al pozo de las truchas y más allá…

Es increíble lo poco que conocemos el entorno que nos rodea.

Yo me creía conocedor de los alrededores de la zona donde vivo y que pocas sorpresas me podría llevar con respecto a nuevos parajes cercanos pero por suerte, estaba totalmente equivocado.

El domingo, nos acercábamos al parque Guillermo, Marta, Cesar Aguado, Diego, Feliciano y yo (Iñaki).

El fin de semana anterior, Guillermo y un servidor, aconsejados por un tercero investigábamos una posible nueva ruta que resulto ser de lo más bonito que habíamos hecho en bastante tiempo. Por ello que  deseábamos  mostrársela al resto de Karrikiris para que también la disfrutasen.

Salimos hacia el Tarazonica porque con las lluvias de los días anteriores, mejor evitábamos los caminos de nuestra ruta habitual a Tarazona.

No es un tramo que nos guste mucho (la vía verde), pero nos permitía llegar a buen ritmo y sin barro a Tarazona que era nuestra pretensión.

Ya en tierras mañas, decidimos subir hasta el cementerio de Tarazona a través de sus calles.

Tras terminar lo que casi es un puerto (subir a lo alto de la población casi merece el calificativo…) llegábamos al campo santo desde donde prosegíamos hacia los Fayos.

Ascendemos los metros que faltaban para alcanzar la presa y desde ahí nos adentramos por un camino paralelo, hacia la cola del embalse.

Después de varios cruces de caminos, el terreno cambia y el paisaje se transforma, pasando en un par de kilómetros del acostumbrado paisaje semiárido de la ribera a una exuberancia y verdor a la que estamos poco acostumbrados rodando por la zona.

Sorprende el simultáneo cantar de diversas especies de pájaros que tan poco usual es ya escuchar entremezcladas y de forma contínua.

Atravesamos un riachuelo (bueno… Cesar por el cauce para refrescarse los piés y el resto por un puente de troncos digamos que un tanto rústico). Allí Marta, nos enseña un animal desconocido pero que debe ser típico de la zona…

Un ser que se apoya sobre cuatro patas largas, estiradas, multicolor y que vive sobre los troncos de los ríos de la zona. El término por el que se le conoce es: «El Avechucho salvaje» (Dudas: preguntar a Marta que conoce la especie mejor…)

El camino se cierra y entre amplias campas de hierba, arboledas de grandes chopos blancos (algunos con troncos de circunferencia cercana a los dos metros…), y arropados por las grandes pareces de roca y lomas que se levantan a los lados, parece que estemos mas cerca del norte de Navarra que donde realmente rodamos.

Pasan los kilómetros y tras pasar vallas, cadenas  y el río en otro buen número de ocasiones, llegamos a la cascada del pozo de las truchas (que realmente son dos cascadas) donde nos hacemos algunas fotos.

Ese es el punto más alejado que investigamos Guillermo y yo, pero esta vez contamos con algo más de tiempo y con la bici al hombro, ascendemos un buen númeor de escalones que nos dejan sobre otro sendero sobre las cascadas.

El terreno es abrupto pero no muy técnico, con zonas preciosas pero cuidadas en las que se han preparado cadenas a modo de pasamanos en los pocos lugares donde bajar con la bici es poco menos que misión imposible.

Continuamos durante algunos kilómetros más con el ánimo de llegar a Agreda pero cuando parece que faltan menos de 2 kilómetros para llegar, nos damos cuenta de la hora y optamos por volver sobre nuestros pasos.

Si antes disfrutábamos, ahora en sentido descendente, es una sensación increible.

Disfrutando como enanos, rodamos hasta llegar a la presa de nuevo y optamos por ascender desde allí a la rotonda de la carretera de Moncayo, para bajar después a Santa Cruz.

Al llegar a este pueblo, Feliciano nos dice que el otro día encontro un camino bonito que lleva a Tarazona, y allí que vamos a probarlo.

El camino es a veces senda, y otras algo más ancho. Sin demasiado barro y divertido nos completa una ruta difícilmente mejorable.

De Tarazona a casa… por la aburrida vía verde pero los kilómetros pasan casi en un suspiro con la mente aun inmersa en los paisajes que acabamos de disfrutar.

Empezando la temporada

Ya casi no recordaba esto de escribir crónicas, pero bueno, seguro que las ideas regresan conforme vaya tecleando…

Tras un verano en el que unos han ido a la Calcenada, otros de vacaciones, algunos ni recuerdan donde guardaron la bici allá por junio e incluso algún karrikiri que ha encontrado karrikir@ que lo quiera… habrá que empezar de nuevo.

Este pasado domingo y para empezar a quitar el óxido a máquinas y Karrikiris, Guillermo nos incitaba a ir a Moncayo.

Al lugar de siempre, al parque, acudíamos Guillermo, Marta, Cesar Aguado, Fermín, Daniel, Feliciano y yo (Iñaki).

Saliendo por el cementerio y cruzando la carretera que va de Cascante a la balsa de pulguer, orientábamos las bicis en dirección a Tarazona por caminos muy bien conocidos por todos, cuando menos porque parte de éstos fueron parte de la pasada edición de la Night & Bike Murchante.

Como es habitual, siempre ocurre alguna anécdota y en este caso en una zona «técnica» a un compañero se le ocurre subir por donde no se podía: resultado: vuelta de campana, arañazos, susto y… finalmente se levantó con una sonrisa preguntando:

-«Alguien lo ha visto?»

Transcurren los kilómetros y cuando Cesar nos deja (osea, que el DEJA de tirar del grupo…), vamos charlando y poniéndonos al día, hasta que empiezan los toboganes y cuesticas cercanas al embalse de agua, se terminan las conversaciones, empiezan los tirones… vamos… lo habitual…

Llegamos a Tarazona y ascendemos rodeando la población hacia el embalse de Santana, y de allí a Torrellas.

Perdiendo la tradición, no nos detenemos y continuamos a Los Fayos, donde paramos a comer algo.

Algunos aun se quedan tomando café, mientras otros continuamos hacia Vozmediano a ritmo lento, tranquiiiiiilo y sosegado mientras charlamos.

Tanto hablar hace que los 10 kilómetros casi exactos de cuesta arriba que separan los dos pueblos, pasen sin darnos cuenta, mientras los cafeteros nos dan caza justo cuando llegamos al cruce con la carretera.

Proseguimos todos juntos hacia Agramonte, donde la mayoría decidimos bajar y solo Dani y Feliciano se animaron a continuar para arriba.

Volvímos tranquilos y sin asustar a nadie por el Tarazonica señal de que estamos flojos…jejeje

La cosa es que al fin hemos vuelto a rodar y más nos vale porque el último fin de semana de Septiembre (un mes queda)… tenemos tajo…

P.D: Doy por hecho que las promesas (o ex-promesas que ellas ya me entienden…) habrán entrenado para la ciclo de Fustiñana (acordaros de la inscripción!!!).