Debe ser parte de la condición humana… y es que resulta que tras un fin de semana en el que muchos Karrikiris se dieron al desenfreno, este tocaba purificar
cuerpo y mente. De ahí que en el parque nos juntásemos un nutrido grupo compuesto por:
Chelu, Guillermo, Saso, Jose, Roberto, Unai, Fermín, Antonio Nonín y yo (Iñaki).
Ayer, propuse varias rutas por Whatssapp y tras un par de minutos, cerramos el destino entorno al Castillo de Peñaflor.
A ojo de buen cubero, comentaba que la ruta debía extenderse a lo largo de unos 79 kilómetros y entre Unai y el que escribe
jugamos a ver si acertaba o erraba en la predicción.
Salimos de Murchante, hacia la Cooperativa de vinos, para atravesar bajo el puente de la autopista e internarnos en el camino que lleva a Tudela.
Pasamos Tudela, por una sucesión de calles que a buen seguro, nuestras bicis son capaces de realizar sin nosotros encima…
Aparecemos en la urbanización del Mercadona, vamos hasta la rotonda que hay bajo el juzgado, para proseguir hacia la que hay junto al chalet de la viuda de Añon.
Desde allí continuamos hacia el colegio «Virgen de la Cabeza», y poco después pasamos bajo el cristo para enlazar una suerte de callejuelas que nos dejan en el
puente del Ebro.
Atravesamos el puente, con un río en total calma. Se nota que no corre una brizna de viento…
El día, neblinoso, es fresco, pero no tanto como pudiera parecer. Se aguanta bien, y más sin dejar de pedalear.
Por esos sotos del Ebro, que tantas veces hemos recorrido en nuestras rutas hacia las Bardenas, avanzamos entre conversaciones y risas, a ritmo constante
pero sin forzar.
Llegamos a la recta de Arguedas y escogemos un camino, paralelo a la carretera , para acercarnos al pueblo. Es un camino monótono, recto y aburrido que, gracias a la
compañía y una interesante conversación, acaba por desaparecer a nuestras espaldas.
Llegamos a Arguedas y hacemos una visita NO guiada, por muchas de sus calles.
Las que conducen al inicio del estrecho, están cortadas por obras, y hacemos encaje de bolillos para llegar hasta el inicio de la cuesta.
Nos tomamos el ascenso con filosofía y sin apretar.
Roberto y Unai avanzan posiciones y me uno a ellos. Han puesto un «ritmico» llevadero. Solo en el último momento, roberto parece que va a dar un hachazo y me levanto para arrear,
pero finalmente, acabamos de ascender los tres, al mismo ritmo.
A Unai, se le ocurre que en vez de coronar por carretera, podemos hacerlo por la rampa que arranca a la izquierda.
Hace años que nos ascendemos por la misma, así que puede estar bien, un cambio.
Esperamos al grupo y pese a algunas pequeñas protestas y dudas… «la manada», acaba metiendo molinillo para ascender sin más problemas.
La niebla, sigue acompañándonos,y por más altura que ganamos, continúa ahí.
Pasamos junto a la entrada de «Senda Viva» y seguimos hacia el santuario del Yugo, ya queda poca cuesta.
Atravesamos el parking y dejamos la iglesia a la derecha, para empezar la bajada.
Hace ya un buen rato que me he quitado las gafas. Total, entre el agua que desprende la niebla, y lo que se empañan, gracias a mi propia respiración, no hay quien vea un carajo.
Suelto frenos y voy aumentando la velocidad…
Los ojos me lloran, cierro uno, para que las lágrimas se vayan con el viento, mientras intento ver con el otro y repito la operación a la inversa… Que difícil es esto…
Casi abajo veo a un par de cazadores, desesperados con la niebla. Miran al rededor, suplicando al cielo que levante para poder practicar su afición.
Paro y les pregunto, si saben de batidas por el Vedado de Eguaras, a donde nos dirigimos.
Me dicen que eso es otra zona peor que creen que no y mientras hablamos, acaban viniendo el resto de Karrikiris.
Reunido el grupo, despedimos a los fans de «John Waine» y continuamos pedaleando.
Ascendemos la tachuela, que hay tras bajar del Yugo y ante nosotros se abre el paisaje neblinoso de esta zona de la Bardena.
Al fondo, con la niebla algo más abierta, aun se intuye la elevación de «El Plano de La Bardena».
Mientras ascendemos, comento a Unai, que ese mismo camino, es el que llevan los peregrinos de Murchante, cuando van a Javier. Es el camino más directo y corto.
Arriba, y otra vez el grupo reunido, continuamos por, un Plano, yermo y desolado, donde parece que nunca ha pisado el hombre…
Tenemos que encontrar varios caminos para acercarnos al Vedado y permanezco atento para no equivocarme.
Tras un par de kilómetros giramos a la derecha. Pasamos junto a una caseta de pastores que tengo como referencia mental y continuamos para pasar junto a un montón de piedras
en un cruce, donde giramos a la izquierda.
-«¡¡Este es el camino!!»
No es que se vea muy lejos y de ahí que pierda algunas de mis referencias habituales, pero finalmente, la suerte nos acompaña y damos con la entrada al vedado.
Un camino, que sale en ángulo recto a la derecha y que al fondo se ve descender entre la vegetación.
Avanzamos junto a un campo de cultivo y comentamos las fotos con amapolas que hicimos hace años, en ese mismo lugar.
Es un camino que, si bien, cuenta con bastantes toboganes, en el cómputo total, es de descenso y disfrutamos de la zona, mucho más frondosa que los caminos
de kilómetros previos.
Acabamos bajando, no sin susto incluido al no contar con un árbol caído justamente en medio del camino y tenemos que desviarnos por la finca adyacente.
El terreno se abre y aunque no se ve, al fondo, está el Castillo de Peñaflor.
Nos acercamos y poco a poco vencemos niebla y distancia para acabar viéndolo desde su misma base.
Aprovechamos para comer algo, recordar anécdotas (como la del «Zorro simpático» que vivía hace pocos años en la zona) y continuamos por los senderos, mientras
a nuestro flanco se extiende el barranco, con sus particulares formas.
No tardamos mucho en llegar a un camino que nos llevará al barranco grande, para atravesarlo y de allí acercarnos hasta Castildetierra.
Para evitar el campo yeco, hoy seguro embarrado, y la tortura que le supone a Chelu, los 10 kilómetros de camino pedregoso, que siguen a continuación, elegimos
ir por carretera hasta los Aguilares y desde allí…
Empezamos a rodar por la carretera de los militares, hacia Arguedas. Antonio se pone en cabeza y empieza a tirar.
Yo voy a rueda y veo como van bajando los piñones hasta que acabamos ascendiendo los toboganes a más de 30 Km/h.
El ritmo va aumentando y en una de las subidas, Roberto adelanta.
Antonio acelera para cogerle la rueda y yo hago lo propio.
De repente veo, el desvío, dejo de hacer fuerza sobre los pedales y les grito:
-«Ehh, que es por aqui…..Ehhhh Ehhhhhhh!!»
Ni caso, estos siguen a muerte…
Yo:
-¡¡¡¡Einnn???!!!
Aprieto dientes y acelero más y más. Parece que no voy a pillarlos nunca, agachados y dando pedales a relevos, van disparados, hasta que
consigo recuperar los 10 o 12 metros que me habían sacado. Sigo a ritmo y les adelanto.
Inmediatamente Antonio se levanta y acelera, seguido por Roberto a la caza, hasta que…
-«Alto!!!! que es por aquí… que es el último camino antes del pueblo!!!!!»
Por fin parece que hacen caso y nos metemos en el camino, entre sonrisas y resuello, felices de la batallita que acabamos de montar.
En pocos minutos aparece Unai, que se nos une.
-«¿El resto?»
Unai hace un gesto tipo
«Fa, Far away…»
Ala, ya la hemos liado…
Ahora no sabemos si se han metido por donde procedía… o han seguido nuestros pasos por la carretera… o qué…
Al final decidimos parar en un cruce donde, vengan por donde vengan, tienen que pasar obligatoriamente.
Allí esperamos y finalmente los vemos aparecer al fondo. Han continuado por la carreterilla tras nosotros.
A todo esto, una madre con varios niños, pasea en bici y uno de los pequeños se detiene con su pequeña montura a interrogarnos.
Que si de donde sois… a donde vais…
Y por poco acaba metiendo en un apuro a su madre cuando casi nos autoinvitamos a comer todos en su casa…
Nos acercamos a la recta de Arguedas y al poco de empezar a rodar, Chelu pincha.
Pensábamos meter una botella de CO2 pero no contábamos con la :
-«Mooochila Mooochila!!!!» (los que sois padres y madres con niños pequeños, sabéis que cancioncilla me refiero, verdad?)
No es que tengamos a Dora, en nuestro club, pero tenemos a Fermín, que deja la mochila de Dora la Exploradora al nivel del barro…
Saca una bomba, mejor dicho: Una lanza, una pértiga, un compresor de impulso humano,un…. (yo que sé) de unos 50 o 60 centímetros de larga (una vez desplegada)
mientras el resto, ojipláticos, y mandíbula desencajada, no entendemos que sistema utiliza el mozo para meter desde un somier, a un tresillo en la mochila.
Recompuestos y seguros de que nada nos puede pasar si Fermín y su mochila están cerca, continuamos.
Volvemos a los sotos del Ebro, para meternos en Tudela y atravesar la plaza nueva. de ahí por el paseo del Queiles, seguimos hasta la rotonda
de debajo de los juzgados y comenzar el último tramo por el camino que va a Murchante.
Al final 79 kilómetros (clavaos Unai!!) de divertida ruta.
Una pena que algun@ se quedara practicando «caming» (y es que…..muchas excusas tiene ya ….!!!!)