Mientras Chelu devoraba las ensaimadas que tenía por desayuno…
Otros Karrikiris, intentábamos dilucidar cual de las equipaciones era la correcta para la ruta, y por más señas del señor Saso, respecto del traje y corbata, me decidí a ponerme de corto… hasta que salí de casa y añadí el cortavientos a mi vestimenta.
En el parque se dan cita (espero no olvidar a nadie):
Guillermo, Diego, Patxi, Ines, Javier, Ezequiel, Samuel, Roberto, Jose, Feliciano, Bauti, Saso, Unai, Fernando Martiartu y yo (Iñaki).
Con tan nutrido pelotón, no sabemos a donde tirar, hasta que Patxi, nos dice que conoce una senda y tal…
Vamos, que poco hizo falta para dar por buena la ruta.
Bajamos hacia San Gregorio y de allí, como en las primeras ediciones de la Night & Bike Murchante, nos desviamos hacia el estrecho para coronar los royales.
Pasamos los toboganes del camino que conduce al cruce con la carretera «Cascante-Fitero» y continuamos siguiendo el recorrido de la primera edición de nuestra nocturna, hacia Monte Alto.
Patxi, me alecciona con los nombres de varios corrales de ovejas, valles y cabezos, pero por más que intento acordarme en este instante… no hay forma.
Ascendemos hasta el repetidor, donde las rampas se complican y tenemos un mano a mano entre Diego, Bauti, Unai y un servidor, que finalmente se lleva por la mano, Diego.
Una vez en el repetidor, «el serpa», nos indica que hay que proseguir recto, por el camino principal hasta que unos kilómetros más adelante, junto al amplio camino de bajada que lleva a Tarazona, nos señala lo que según dice, es un sendero.
A decir verdad, yo solo veo un montón de barro, aliñado con miles de pisadas de un animal que alguno llama: «El Javalí ovejuno».
No es por contradecir a nuestro Casi «Feliz Rodriguez del Cantaro Partío», pero me da a mi que no se va a ganar la vida reconociendo huellas de animales…
Mientras pensamos en semejantes engendros, el terreno se complica y por mucho que nuestro enfermero Afgano-Nepalí, nos diga eso de:
-«Sí, sí, seguid, que es por ahí…. mas o menos hacia arribaaaaa!!»
No veo la ruta por ningún lado.
En un momento determinado, miro y veo a los cuatro que vamos por delante, en medio de una escarpada ladera, en medio de matojos…
Patxi, 300 metros más atrás, grita:
-«Para arribaaaaa»
-«Siiiiiiiii, máaaaaaaas o menos por ahíiiiiii…»
Gracias al cielo, Inés, su abnegada y hoy más que nunca, sufridora esposa, nos acompaña, lo que implica que si sigue eligiendo la ruta de esas formas… el culpable, no quedará sin penitencia!!!
Ya en la cima, y mientras me pongo de nuevo el cortavientos, Feliciano se echa unas carcajadas viendo al resto del grupo trepar como Íbices por la ladera, bici al hombro o simplemente arrastrándola.
-«Arreaaaaaa, venga que eso no es nadaaaaaa!!»
Patxi, cual pionero del Oeste norteamericano (o cual niño antes de Navidad, con el «me lo pido») se va a apropiando tanto de terreno como de fauna:
-«Si veis dos corzos son míos. No lo saben, pero lo son.»
-«Esta ladera es mía, y aquella también!!»
Y mientras registra la propiedad, descendemos, por un sendero pedregoso, hacia lo que en tiempos fue una cabaña.
Allí, Guillermo, emocionado, aguarda la legada de Patxi para que le explique la historia del lugar:
Patxi: -«Esto en tiempos, era un sitio de….»
Guillermo:-«Esto para mi… es una gravera!!»
Y mientras disertan sobre la naturaleza de las cosas, unos se adentran en un profundo boquete, excavado en la tierra y que descendería varios metros.
Otros descubrimos un antiguo Trillo, con una elaboración diferente a todas las que había visto y aun montamos una procesión a lo «Asterix», con un «algo» de madera que encontramos
tirado por allí mismo.
Montamos de nuevo en las bicis y al poco encontramos un camino, por el que nos lanzamos cuesta abajo.
Como si se tratase de aves en bandada, descendemos calcando los movimientos del que nos precede y así en un resalte, Samuel salta, le sigo yo y tras de mi Roberto, vuela, para aterrizar y seguir derrapando cuando…
-«Altooooo»
-«Quietos»
-«Paraaaadddddd!!!»
Como dijo después, nuestro «vidente» Samuel, tuvo un presentimiento o algo similar y noté que aminoró un poco la marcha, antes de una curva en el camino (no, no es lo normal) y eso propició que pudiéramos frenar sin tantos apuros, al ver la avalancha de piedras, que había producido el desprendimiento, bloqueando el camino (si no frena tenemos que pedir subvención para costear el dentista, uno por uno…).
Pasado el momento de peligro, volvemos a lanzarnos a toda mecha, cuesta abajo, hasta que, en un cruce tenemos que detenernos y esperar al guía.
Un camino va cuesta abajo, el otro se ve ascender….
Patxi:-«Por ese!!»
Samuel:-«Ya sabía yo que iba a ser por el que sube, hombre, no podía ser por el otro, no?»
Con Roberto haciendo de punta de lanza en uno de sus «arranques Guepardinos», el pelotón llega al embalse de Santa Ana, donde Roberto, nos explica algunas de las peculiaridades de las cañas que utilizan varios pescadores. Nuevos sistemas que no todos conocemos.
Tras una breve parada, decidimos continuar hacia Torrellas, para llegar a Los Fayos y de allí subir a SantaCruz de Moncayo.
La subida es continua y ascendemos a ritmo alegre pero sin agobios.
Ya en Santa Cruz esperamos a reunir al grupo y continuamos.
Feliciano, hombre de buenas costumbres entabla conversaciones con los hombres de la taberna local
Feliciano:-«YeeeeeeeeeeeeaaaaaAaAAAAAAAAA!!»
Hombre:-«IIIIIIIiiiiiiiiiiiiieeeeeeEEEEEEEEE»
Feliciano:-«Has visto… ya sabía yo que me iba a contestar ya…, este lenguaje es universal!!»
Con los ojos vidriosos y mi cerebro en estado catatónico, no logro comprender como esa retaila de sonidos esconde: «buenosdías, quetalestamos, yobienytucomoandaspuesbientambien…alamajoyanosveremos…»
Pero la verdad, que el dialecto Moncayil funciona, y soy testigo de ello (tanto de que funciona, como de que Feli lo habla fluido y con buen acento de la zona!!).
Salimos de Santa Cruz por la carreterilla que va a Grisel, si bien a cosa de un kilómetro giramos a la izquierda para internarnos por un camino que mas adelante sería sendero.
Roberto se pone delante, seguido por Feli y un servidor que va tragándose todo el barro donde Feli tiene a bien meter su rueda.
Pasamos el sendero como alma que lleva el diablo, disfrutando de la velocidad e intentando ver algo entre las rendijas que el barro deja en las gafas.
Una vez acabado se reúne el grupo y tranquilamente bajamos a Tarazona.
Entramos en el Tarazonica, donde coincidimos con Cesar, que ha salido solo, entrenando para los 10.000 del Soplao y viene de Moncayo.
Bajamos tranquilos, y cuando alguien se desmadra, desde atrás lo ponen firme….
Hasta que salta Bauti.
Arrancamos todos, así… como decirlo….a ver…. me viene una imagen a la cabeza…
Bueno, ya me entendeis…
Y se van sucediendo los relevos mientras la velocidad va aumentando.
Casi al llegar a Murchante saliendo desde atrás del grupo, casi tenemos un susto cuando estoy adelantando para ponerme en cabeza, no veo a un peatón (o persona, no se bien lo que era), que viene de frente mientras mi manillar choca con el de Cesar…
Se que el mozo (runner) no ha dormido bien… ya lo siento majo, yo también me asusté!!
En la estación reunimos grupo y nos despedimos, mientas unos van hacia Tudela y otros nos desviamos a la capital.
Una ruta de unos 74 kilómetros, que a buen seguro que repetimos.