Crónica: Creo que Patxi durmió en el sofá

Mientras Chelu devoraba las ensaimadas que tenía por desayuno…

Otros Karrikiris, intentábamos dilucidar cual de las equipaciones era la correcta para la ruta, y por más señas del señor Saso, respecto del traje y corbata, me decidí a ponerme de corto… hasta que salí de casa y añadí el cortavientos a mi vestimenta.

En el parque se dan cita (espero no olvidar a nadie):

Guillermo, Diego, Patxi, Ines, Javier, Ezequiel, Samuel, Roberto, Jose, Feliciano, Bauti, Saso, Unai, Fernando Martiartu y yo (Iñaki).

Con tan nutrido pelotón, no sabemos a donde tirar, hasta que Patxi, nos dice que conoce una senda y tal…

Vamos, que poco hizo falta para dar por buena la ruta.

Bajamos hacia San Gregorio y de allí, como en las primeras ediciones de la Night & Bike Murchante, nos desviamos hacia el estrecho para coronar los royales.

Pasamos los toboganes del camino que conduce al cruce con la carretera  «Cascante-Fitero» y continuamos siguiendo el recorrido de la primera edición de nuestra nocturna, hacia Monte Alto.

Patxi, me alecciona con los nombres de varios corrales de ovejas, valles y cabezos, pero por más que intento acordarme en este instante… no hay forma.

Ascendemos hasta el repetidor, donde las rampas se complican y tenemos un mano a mano entre Diego, Bauti, Unai y un servidor, que finalmente se lleva por la mano, Diego.

Una vez en el repetidor, «el serpa», nos indica que hay que proseguir recto, por el camino principal hasta que unos kilómetros más adelante, junto al amplio camino de bajada que lleva a Tarazona, nos señala lo que según dice, es un sendero.

A decir verdad, yo solo veo un montón de barro, aliñado con miles de pisadas de un animal que alguno llama: «El Javalí ovejuno».

No es por contradecir a nuestro Casi «Feliz Rodriguez del Cantaro Partío», pero me da a mi que no se va a ganar la vida reconociendo huellas de animales…

Mientras pensamos en semejantes engendros, el terreno se complica y por mucho que nuestro enfermero Afgano-Nepalí, nos diga eso de:

-«Sí, sí, seguid, que es por ahí…. mas o menos hacia arribaaaaa!!»

No veo la ruta por ningún lado.

En un momento determinado, miro y veo a los cuatro que vamos por delante, en medio de una escarpada ladera, en medio de matojos…

ladera

Patxi, 300 metros más atrás, grita:

-«Para arribaaaaa»

-«Siiiiiiiii, máaaaaaaas o menos por ahíiiiiii…»

Gracias al cielo, Inés, su abnegada y hoy más que nunca, sufridora esposa, nos acompaña, lo que implica que si sigue eligiendo la ruta de esas formas… el culpable, no quedará sin penitencia!!!

Ya en la cima, y mientras me pongo de nuevo el cortavientos, Feliciano se echa unas carcajadas viendo al resto del grupo trepar como Íbices por la ladera, bici al hombro o simplemente arrastrándola.

-«Arreaaaaaa, venga que eso no es nadaaaaaa!!»

Patxi, cual pionero del Oeste norteamericano (o cual niño antes de Navidad, con el «me lo pido») se va a apropiando tanto de  terreno como de  fauna:

-«Si veis dos corzos son míos. No lo saben, pero lo son.»

-«Esta ladera es mía, y aquella también!!»

Y mientras registra la propiedad, descendemos, por un sendero pedregoso, hacia lo que en tiempos fue una cabaña.

Allí, Guillermo, emocionado, aguarda la legada de Patxi para que le explique la historia del lugar:

Patxi: -«Esto en tiempos, era un sitio de….»

Guillermo:-«Esto para mi… es una gravera!!»

Y mientras disertan sobre la naturaleza de las cosas, unos se adentran en un profundo boquete, excavado en la tierra y que descendería varios metros.

Otros descubrimos un antiguo Trillo, con una elaboración diferente a todas las que había visto y aun montamos una procesión a lo «Asterix», con un «algo» de madera que encontramos
tirado por allí mismo.

Montamos de nuevo en las bicis y al poco encontramos un camino, por el que nos lanzamos cuesta abajo.

Como si se tratase de aves en bandada, descendemos calcando los movimientos del que nos precede y así en un resalte, Samuel salta, le sigo yo y tras de mi Roberto, vuela, para aterrizar y seguir derrapando cuando…

-«Altooooo»

-«Quietos»

-«Paraaaadddddd!!!»

Como dijo después, nuestro «vidente» Samuel, tuvo un presentimiento o algo similar y noté que aminoró un poco la marcha, antes de una curva en el camino (no, no es lo normal) y eso propició que pudiéramos frenar sin tantos apuros, al ver la avalancha de piedras, que había producido el desprendimiento, bloqueando el camino (si no frena tenemos que pedir subvención para costear el dentista, uno por uno…).

Pasado el momento de peligro, volvemos a lanzarnos a toda mecha, cuesta abajo, hasta que, en un cruce tenemos que detenernos y esperar al guía.

Un camino va cuesta abajo, el otro se ve ascender….

Patxi:-«Por ese!!»

Samuel:-«Ya sabía yo que iba a ser por el que sube, hombre, no podía ser por el otro, no?»

Con Roberto haciendo de punta de lanza en uno de sus «arranques Guepardinos», el pelotón llega al embalse de Santa Ana, donde Roberto, nos explica algunas de las peculiaridades de las cañas que utilizan varios pescadores. Nuevos sistemas que no todos conocemos.

Tras una breve parada, decidimos continuar hacia Torrellas, para llegar a Los Fayos y de allí subir a SantaCruz de Moncayo.

La subida es continua y ascendemos a ritmo alegre pero sin agobios.

Ya en Santa Cruz esperamos a reunir al grupo y continuamos.

Feliciano, hombre de buenas costumbres entabla conversaciones con los hombres de la taberna local

Feliciano:-«YeeeeeeeeeeeeaaaaaAaAAAAAAAAA!!»

Hombre:-«IIIIIIIiiiiiiiiiiiiieeeeeeEEEEEEEEE»

Feliciano:-«Has visto… ya sabía yo que me iba a contestar ya…, este lenguaje es universal!!»

Con los ojos vidriosos y mi cerebro en estado catatónico, no logro comprender como esa retaila de sonidos esconde: «buenosdías, quetalestamos, yobienytucomoandaspuesbientambien…alamajoyanosveremos…»

Pero la verdad, que el dialecto Moncayil funciona, y soy testigo de ello (tanto de que funciona, como de que Feli lo habla fluido y con buen acento de la zona!!).

Salimos de Santa Cruz por la carreterilla que va a Grisel, si bien a cosa de un kilómetro giramos a la izquierda para internarnos por un camino que mas adelante sería sendero.

Roberto se pone delante, seguido por Feli y un servidor que va tragándose todo el barro donde Feli tiene a bien meter su rueda.

Pasamos el sendero como alma que lleva el diablo, disfrutando de la velocidad e intentando ver algo entre las rendijas que el barro deja en las gafas.

Una vez acabado se reúne el grupo y tranquilamente bajamos a Tarazona.

Entramos en el Tarazonica, donde coincidimos con Cesar, que ha salido solo, entrenando para los 10.000 del Soplao y viene de Moncayo.

Bajamos tranquilos, y cuando alguien se desmadra, desde atrás lo ponen firme….

Hasta que salta Bauti.

Arrancamos todos, así… como decirlo….a ver…. me viene una imagen a la cabeza…

braveheart

Bueno, ya me entendeis…

Y se van sucediendo los relevos mientras la velocidad va aumentando.

Casi al llegar a Murchante saliendo desde atrás del grupo, casi tenemos un susto cuando estoy adelantando para ponerme en cabeza, no veo a un peatón (o persona, no se bien lo que era), que viene de frente mientras mi manillar choca con el de Cesar…

Se que el mozo (runner) no ha dormido bien… ya lo siento majo, yo también me asusté!!

En la estación reunimos grupo y nos despedimos, mientas unos van hacia Tudela y otros nos desviamos a la capital.

Una ruta de unos 74 kilómetros, que a buen seguro que repetimos.

Crónica: Ruta por Ágreda con avituallamiento a cargo de Fermín

El tiempo está loco. Sino que se lo digan al Ebro, del que suben y bajan sus aguas, como si del diluvio universal se tratase.

Y es que pensábamos ir a Carcastillo, pero con las inundaciones y estas peculiaridades climatológicas, resulta que había que dar un rodeo y la cosa se disparaba en distancias.

No hay mal que por bien no venga, y decidimos acercarnos a Ágreda.

Ayer, me dió un toque, Diego (bombero de Tarazona), para ver si íbamos a salir, con la intención de acompañarnos y a las 8:30 me presento en el parque puntual.

Acto seguido aparecen, Carlos Saso, Diego desde Tudela, Fermín, la mochila de Fermín, Marta, Feliciano, Unai y un mozo que pregunta:

-«¿Alguno de vosotros sois Iñaki?»

Tras responderle, le presento al resto de la comitiva y partimos por el Tarazonica (dos fines de semana seguidos….que penitencia!!!!) hacia Tarazona, para evitar que la ruta se alargase en demasía.

En Tarazona, Marta, repasa el santoral (Santa Rita que no suban, Santo Tomás que no vayan por la cuesta, San Atilano….)   pero de nada le sirvió…

Como es tradición, nos metemos por las calles del casco antíguo y ascendemos hasta el camposanto, para proseguir hacia la chopera de Torrellas.

En pocos minutos estamos escalando por la carreterilla que asciende al pantano del Val, sobre el pueblo Los Fayos, y tras una breve conversación, creo sofocar un conato de retirada.

Infeliz de mi, mientras disfruto por los toboganes que hace el camino, «la de rosa» se queda atrás, hasta decir un escueto:

-«Me doy la vuelta!! Adios!!»

Nuestro Tudelano, Diego, que pese a ir dopado, no está del todo bien, decide volver con ella, mientras el resto continuamos la aventura.

Dejamos atrás el pantano, y el paisaje cambia por completo.

Si unos kilómetros atrás eran pinares ahora, la frondosidad se constituye mediante chopos, juncos, cardos y algún que otro arbusto  de espinas afiladas, que a Feliciano

le traen malos recuerdos de Artajona.

No tardamos en llegar al río y por suerte hay un tronco con algunas ramas adicionales por las que hacemos equilibrios para pasar, mientras la bici va por el agua.

En un momento de despiste, meto el pié hasta el tobillo en el agua helada, pero por suerte, el GoreTex de las botas de invierno parece funcionar y saco el pié totalmente seco.

-«Madre, madre, si llego a vestir otro calzado…»

Continuamos un kilómetro y tenemos que volver a detenernos.

El camino está totalmente inundado. El río se ha desbordado en esa zona.

Como he venido varias veces, sé que habitualmente son unos doscientos metros, tras la curva (que nos impide ver el final de la inundación) el terreno que suele estar encharcado.

A nuestra derecha un talud de unos 4 o cinco metros «escalable»…. y para cuando alguno piensa en qué hacer, Feliciano y yo estmaos subiéndolo con las bicis al hombro y agarrados a las raices, para no caer. El resto, se apresura a hacer lo propio y acabamos por el monte, haciendo el corzo…

Como era de sospechar, más adelante, el camino está en perfectas condiciones, y volvemos a montar para seguir pedaleando.

Pese a ser una ruta, que repito varias veces cada año, no me canso de disfrutar del paisaje.

Unai, está pletórico y con una sonrisa que no se le va de la cara, mira de lado a lado, mientras al antes camino se torna en sendero sinuoso.

-«Que chulo, es de los sitios más bonitos en los que he montado en bici!!»

Llegamos a la catarata del pozo de las truchas y como hay algunos que no han estado, descabalgamos para hacer algunas fotos y que puedan ver el sitio tan bonito, porque… aquí, además, se complicará el camino.

Toca subir escaleras, y.. QUE ESCALERAS (alguna tendrá casi 35- 40 centímetros de alto). Mientras el amigo Unai olvida lo bonito del lugar y empieza a maldecir las largas escaleras, vamos cual penitentes paso a paso, hasta llegar arriba.

Seguidamente hay una pendiente pronunciada y tenemos que avanzar caminando unos metros para poder montar en bici.

Voy el primero, monto, avanzo unos 20 metros y oigo un chirrido metálico.

Miro detrás. Unai está mirando la bici, y el resto se detiene a ver el problema.

Por alguna razón, ha perdido un tornillo que aguantaba el plato grande y éste se ha doblado (y eso que era nuevo).

Por suerte, llevamos la mochila de Fermín y tras descartar, el uso de varios utensilio que seguro que llevaba (una bombona de oxígeno y otra de acetileno, una barra de uña, un elevador de coches tipo taller…) optamos por unos alicates que por supuesto, también lleva.

Feliciano, desdobla en la medida de lo posible, el plato poer ha quedado inservible. Con unas bridas (si, de la mochila…) se hace un apaño y se hace un conjuro para que Unai vaya en plato pequeño todo el resto de la ruta.

Continuamos subiendo y bajando por el sendero, hasta que encontramos el segundo grupo de escaleras, mientras el pobre Unai (que no tiene su día) asciende negando con la cabeza…

La ruta continúa por un sendero aéreo, asegurado por una soga dispuesta entre postes a nuestra derecha.

No tardamos en volver a transitar por camino en continua subida (cosa que taladra a un mocico que yo me sé…).

-«¿Otra subida?  ¿Pero otra más?!!?!?!?!»

No mucho después, estamos en Ágreda.

Y como es una ruta, cuesta arriba, subimos hasta lo más alto del pueblo para descender después al parque, donde nos detenemos un instante.

Nuestro catering, Fermín, (de verdad que la mochila es mejor que el bolsillo de Doraemon) saca un paquete de galletas Chiquilín, otro paquete de galletas de chocolate….y porque le paramos antes de sacar el ternasco con patatas.

Tanta abundancia nos hace acabar comiendo todos galletas.

La ruta de ida estaba clara en mi cabeza, pero hace ya bastantes kilómetros que llevo pensando en un cruce que no recuerdo bien a la hora de volver.

Salimos de Ágreda por un camino bajo la autovía que va a dar a la antigua vía del tren, hoy vía verde.

Rodamos agusto, hasta que llegados al dichoso cruce, y sin recordar, me decido.

-«Creo que es para arriba»

Unai:-«Claro, vaya hombre, iba a ser hacia abajo…. imposible…. si es que…..jejeje»

Cien metros más adelante el camino termina y hay que volver.

Por suerte, el cruce del que tenía dudas se resuelve solo y descendemos por un camino en buen estado, hasta llegar a una cuesta arriba, que yo recordaba mucho más larga.

PAsamos por un pueblico, y al salir tengo otra duda, aunque creo dar con la salida correcta.

Justo al tomar el camino le comento esto  Feli.

-«Mira, un cartelico donde pone: Valdepalomas. Ya tienes para acordarte en futuras ocasiones».

Y la verdad es que se me quedó grabado (llamemos «Waypoint»…jejeje).

No avanzamos mucho y han estado haciendo movimientos de tierra, reorganizando caminos y esto rompe los esquemas.

¿Como voy a acordarme si me mueven los caminos de sitio?

Damos unas vueltas y por suerte, nos orientamos.

Iñaki-«La carretera debería de estar ahí cerca y…»

Diego:-«Sí, allí está!!»

La cosa está clara. Hay que bajar del monte en el que nos encontramos…

Y dicho y hecho. Campo a través, nos lanzamos hacia abajo, con una sonrisilla en la cara, hasta que cinco minutos después estamos rodando por la carretera, escasos doscientos metros hasta el cruce.

Estamos en la carreterilla de la subestación de la Nava, y Unai empieza a…. ¿Bailar?¿botar?…

Pinchazo toca cambiar cámara y nos detenemos el tiempo necesario para hacerlo.

Acto seguido nos desviamos por una pista, ascendente (pero suave) hacia Monte Alto.

Desde allí, y por una preciosa bajada descendemos, no sin algún susto (cosas de zanjas, en medio del camino…. que había que saltar a toda velocidad).

Llegamos a Monteagudo, y de allí a Cascante, donde nos cruzamos con Marta Garriz, su prole and company, para terminar nuestra divertida ruta en Murchante con algo más de 90 kilómetros a la espalda y mucho divertimento.

 

Crónica: Cierzo, miembro honorífico del Club…

A decir verdad, la zona es al cierzo, lo que Galicia a las borrascas…

Vamos, que aquí, y sobre todo si es invierno, o te acostumbras al cierzo, o vas haciéndote con la colección completa  de partidas de  Gari Kasparov, para aprender a jugar a un deporte menos sufrido. (No me veo como, Iñaki Karpov, así que, a dar pedales…)

Y es que a todos nos gusta rodar en primavera, cuando el tiempo es favorable, y el propio cuerpo te pide salir a disfrutar del campo y…

Y es cuando algunos, que no han salido en todo el año, dicen que van mal… y claro, es que, para ir bien en primavera, hay que dar pedales, cuando no apetece…

Algo antes de las nueve, estaba en el parque, quieto como un mazo, frente a lo que parecía era una rayadica de sol, que apenas me calentaba un poco, mientras esperaba al resto.

Aparece Carlos (Sierra) y al poco lo hace Chelu (And the Winner is…!!!), No tarda demasiado en entrar la troupé Tudelana compuesta por Patxi, Inés, Cesar y un Diego un poco perjudicado (pero ahí estaba!!! …y no como alguna, que se levantó a darle el desayuno al gato… y se volvió a la cama!!!).

Por fin aparece Guillermo; y como estamos seguros de que no va a venir nadie más (ni la del gato…pese a sus promesas…), nos vamos.

La verdad es que los árboles en el parque, al son del cierzo, emiten un estruendo que, vamos… nos animan más, a meternos a almorzar en algún bar, que a dar pedales, pero Diego, no se si viéndome otear las copas de éstos, suelta:

-«Este ruido asusta y no es para tanto…»

Convencidos por tan rotunda afirmación ( JAA!!!!) decidimos subir hacia Tarazona por el Tarazonica, a fin de ir algo más resguardados del viento (pese al aburrrrrrimiento, del trayecto).

Cuando atravesamos Tarazona,  vemos como «los Masters» (por cierto, no vi a Heeman) se preparan para disputar la prueba Turiasonense.

Pasamos junto a Fermín que al parecer va a participar y lo saludamos.

Pasamos por el polígono industrial de la localidad y acabamos cruzando la carretera para tomar la que conduce a Grisel.

Por esos lares estamos, cuando Patxi, nos habla del Castillo que se erige en Grisel y que tenemos que visitar…

Guillermo, se sonríe.

Básicamente ven las cosas de forma distinta….jejeje

Pasamos junto a las piscinas cubiertas de Grisel y la ruta se inclina anunciando que toca luchar el puertico de la Diezma.

Todos, subimos tranquilos y charlando, excepto Patxi y Cesar, que se enzarzan en una batalla sin cuartel por el premio de la montaña.

Dos cientos metros más atrás, el dolorido pecho de Diego y yo, charlamos animádamente.

La primera parte se hace especialmente suave pero la experiencia nos dice que el viento nos está empujando.

El problema vendrá tras la curva de 180 grados a mitad de subida que pondrá en nuestra contra, el antes aliado, cierzo.

Por suerte, la propia montaña nos tapa algo y podemos subir a gusto.

Ya reunido el grupo, Patxi, quiere bajar por un sendero que conoce, mientras la prudentísima Inés, no hace caso del «costillo» y decide bajar por carretera.

Al final, el pelotón se divide en dos y terminamos bajando, unos por cada lado.

El sendero no es nada complicado, si bien es verdad que por escasez de piedras no será.

Aun sin complicación, es divertido y bajo pensando, que es una pena que sea la primera vez porque sino, conociéndolo, iba a soltar frenos y disfrutar de algún que otro salto.

De vuelta en Grisel, vamos a parar al Castillo, donde otros ciclistas, se han apostado, para almorzar algo.

Tras una breve parada y toma de las fotos de rigor, montamos de nuevo y empezamos a deshacer el camino.

Nada más salir de Grisel, y en compañía del otro grupo de ciclistas, Carlos y yo, miramos detrás… y no vemos al resto del grupo.

Creo que Cesar y Diego iban delante y al bajar el ritmo los perdemos… Ha tenido que pasar algo, no es normal que en menos de dos kilómetros, hayan desaparecido el resto y….

Aparecen. Un pequeño problema con un cordón y una rueda que finalmente no pasa de la anécdota.

Reunida la primera parte del grupo, no tardamos en alcanzar a los otros dos que han hecho lo propio y esperaban a su vez al resto.

En el cruce entre la carretera de Grisel con la de Tarazona, no detenemos un par de minutos. Están pasando «los Masters».

De allí bajamos a Tarazona y de nuevo al tarazonica, donde bajamos sin forzar la marcha, pero alegres (o lo alegremente que nos deja el viento, sin forzar las piernas…).

Aun no han dado las 12 del medio día y tras despedir a nuestros amigos de Tudela, acabamos tomando una caña, junto a Pirulo y la del gato… que al fin se ha levantado. 🙂

 

Probamos la futura cicloturista de Alcalá de Moncayo.

El Club ciclista Turiaso, nos invitaba a probar el recorrido de la que será la cicloturista de Alcalá de Moncayo.

A las 7:30, Jarauta aparece en la plaza con la furgoneta y el «Karrikiri-karro».

Con las 10 bicis cargadas, arrancamos hacia la falda de Moncayo:

Jarauta, Marta Bonilla, Samuel, Jose, Dani, Sara, Marta Garriz, Gerardo, Ezequiel y yo (Iñaki).

Un rato después llegamos a Alcalá de Moncayo, descargamos bicis y nos preparamos.

En unos minutos estamos, unos 40 compañeros dispuestos a disfrutar de una mañana, fresca, pero que promete dar paso, a un precioso día.

Allí me encuentro con mi amigo, Carlos Palacios, con el que compartimos ruta y diversión, y mientras charlamos nos llaman para, tomarnos la foto, cual alineación futbolística.

Dado que no sabemos cuánto detalle quieren guardar, los artífices de la ruta, acerca de la misma, intentaremos dar una visión de ésta, sin desvelar ciertos elementos.

Salimos muy tranquilamente, por pista, hasta un desvío con una pequeña bajada que da paso a un camino estrecho. Tras pasar un puente, ascendemos por una cuesta de cemento rayado que lleva casi… hasta el cielo :-). Lo que se llama un repecho majo, vamos…

Arriba, nos perdemos. Nos detenemos a esperar a compañer@s, que SE SUPONE, vienen por detrás, y perdemos al grupo de delante.

Pasado un rato, el mini-pelotón que integramos, decidimos seguir, con un único GPS que no quiere desvelar la ruta fácilmente.

Descendemos y casi abajo, vemos a nuestras «ovejas descarriadas», que se han salvado de la subidita, por medio de no se que camino.

Ya reunidos, y engrosando un pelotón mayor, continuamos, escoltados por organizadores, continuamos por una pista, tendida, que llevará a una carretera.

Es momento de quitarse ropa y cambiamos los guantes de invierno por unos menos abrigados, eliminamos la «braga del cuello» y proseguimos para alcanzar a nuestros compañeros.

Tras un breve trayecto por carretera, volvemos a un camino que se irá estrechando e inclinando para convertirse en un ascenso pedregoso, entre  los árboles que le dan un ambiente digno de las mejores rutas.

Arriba, enlazamos con una pista y esperamos para agrupar al personal. Continuamos, esta vez ayudados por la gravedad, en un descenso con buen firme.

Abajo, hay que cruzar un riachuelo y más de un@, no ve la forma de cruzar sin acabar en el agua, pero finalmente todo el pelotón termina por superarlo y continuar por una nueva pista.

Ascendemos otra pequeña cuesta y continuamos un par de kilómetros hasta….¿¿¿ Encontrarnos a los de cabeza de frente???

Resulta que por casualidad, nos hemos confundido en un pequeño tramo circular y dice que hemos perdido unos dos kilómetros, así que damos la vuelta y les seguimos.

La mañana está perfecta, el ritmo es muy suave y todo es ideal, hasta que nos veo descabalgando, a todos, para  ascender a pié entre árboles en una suerte de senderos ascendentes entre risas y golpes de ramas. Esta sección, nos indican que será convenientemente adecuada para el día de la cicloturista, aunque personalmente pienso que tiene su atractivo y bien se podría dejar así. al fin y al cabo, es monte y cualquiera entendería que hay que lidiar con esos pequeños tramos de «Rotabator Mode».

Ya en un camino, no avanzamos mas de veinte metros para ir a parar a una pista asfaltada. Al fondo, «la cuesta».

Me he parado a atender el móvil y estoy muy atrás, así que me toca acelerar hasta que veo equipaciones KarrikiriBTT.

Justo antes del ascenso hay un pronunciado descenso, y le digo a Marta B:

-«Aquí no freno!!»

Y me lanzo cual misil, hacia el riachuelo que se ve al fondo.

Cuando lo atravieso, el odómetro,sobrepasa los 80 kmts/h, pero poco me durará, ya que el importante desnivel positivo que toca ascender, me frena poco menos que en seco.

Mirando hacia arriba se ve, como a los ladrones del cuento de Ali Baba, a los cerca de cuarenta esforzados bikers que aprietan dientes para coronar la subida.

La primera mitad de la cuesta me la tomo tranquilamente, hasta que veo unos cientos de metros más adelante, un amigo de amarillo que hace más «eses» que una culebra para escalar la dichosa cuesta.

Acelero el paso hasta alcanzarle y subimos juntos mientras charlamos entre jadeos.

Arriba, comemos algo y mientras esperamos, los primeros dicen que continuemos.

En nuestro caso, preferimos agrupar y esperar al resto de nuestros amigos, y una vez todos allí, dejamos algo más de tiempo para que coman («por no hacer la parada del hijo…»).

Soltamos frenos y comienza un precioso descenso, por pista, de unos 8 kilómetros, hasta otra población cercana y pronto me veo con Oscar de Tarazona (agradecerte desde aquí el recibimiento y atenciones durante toda la ruta), y Samuel bajando a toda mecha con una sonrisilla en la cara.

En el pueblo, nos detenemos a por agua.

Continuamos realizando varias paradas y a ritmo suave, dado que hay compañeros con calambres y problemas varios, pero… no hay prisa.

Con esta coyuntura, los organizadores que nos acompañan, deciden no hacer la última subidilla que queda y continuamos por un camino más tendido a fin de facilitar el rodar a todo el mundo.

A escasos kilómetros de meta, nos toca realizar una pequeña reparación en el freno de una amiga, para continuar unos tres kilómetros por carretera y terminar el periplo satisfechos de haber realizado una ruta preciosa, completa y que a buen seguro se hará con un sitio en el calendario deportivo de la zona.

Tras degustar una cerveza en el bar de Alcalá, volvemos a casa, con ánimo de reservar el próximo 17 de Mayo para repetir esta preciosa vuelta por los alrededores de Moncayo.

Dar las gracias y la enhorabuena a los artífices de, tan grata ruta / atención, y desearles mucho éxito en su nueva cicloturista.

 

No era una salida más…

Pero dejaremos el porqué en suspenso, de momento…

Llego al parque a las…nueve??? las nueve antiguas, las nueve nuevas? cambié el despertador al contrario? son las ocho? las diez??

Mientras frío los sesos pensando y comprobando si realicé el cambio de hora de la forma adecuada, llega Saso.

-«Hola Iñaki!!»

-«Ya estaba haciendome películas con la hora…jejeje»

Seguido aparece Chelu, Guillermo, Samuel, Aitor, Dani, Jarauta, Jose y nuestro trio de  Tudelanos Bauti, Patxi e Inés con una «pedazo bici» en fase de pruebas…

Salimos hacia el cementerio, para girar, a continuación hacia el matadero de conejos de Bonilla y pasar bajo la «Campa de Santos».

Poco después, dejamos los depósitos de agua a nuestra izquierda y continuamos para atravesar la carretera que va de Cascante al cruce de los nueves.

Pasamos por la gravera de Guillermo y junto a San Gregorio de Cascante para girar seguidamente a la derecha.

A partir de este punto tengo que poner el GPS mental, a funcionar de verdad.

Dani va unos metros delante del grupo, como a él le gusta rodar y yo le voy diciendo cada poco:

Izquierda, este a la izquierda otra vez, este a la derecha….

Y así se suceden un buen puñado de cruces de caminos mientras, poco a poco, ganamos altitud.

Atravesamos la carretera de los toboganes «Fitero-Cascante», para seguidamente continuar tomando desvíos y algo más de altura.

Cuando la próstata de alguno… nos deja continuar…

Descendemos para ir a parar a una pista, antaño muy rota y que los Cascantinos han tenido a bien reparar. Ahora da gusto rodar por ella.

Un par de kilómetros más adelante, volvemos a girar a derecha y alguno me dice que es una ruta muy difícil de aprender… pues tanto mejor…jejeje

Volvemos a subir una pequeña cuesta, a la que sigue una pequeña bajada…

No nos relajamos porque un kilómetro más adelante volvemos a ascender pero ya sin parar.

Bauti me pregunta si aquí empieza la cuesta y yo le indico que con esta no contaba pero que si, que podemos añadir unos cientos de metros más al cómputo total de cuesticas.

Un par de minutos después, empieza la verdadera cuesta con una rampa fuerte. Por suerte es corta y le sigue un llano de unos doscientos metros, con un boquete medio señalado
en medio del camino que bien podría tragarse a alguno de nosotros.

Entramos en zona de bosque y algún bombero, me pregunta cuanto queda hasta arriba….

Tras mi respuesta, responde:

-«Alaaaa, no puede ser tanto…. no jodas que tal…»

Yo me callo y aprieto dientes.

Cojo la Rueda de Bauti y justo delante nuestra van Samuel y Dani.

Personalmente no he escuchado nada pero pondría la mano en el fuego, a que uno de estos dos, ha visto un Javalí corriendo
hacia nosotros, o al menos lo ha escuchado cerca, porque sino… no es preciso que subamos a este ritmo!!!!

Bauti así lo atestigua pero no hablamos mucho, que perdemos rueda.

Justo detrás está Jarauta, Aitor y Jose que deben de otear al «cochino javalín» tras sus traseros, dado que no pierden un metro.

Llevamos ya varios kilómetros ascendiendo entre pinos, por un bosque impresionante,  y el terreno se inclina más… parece una rampa corta pero «ufffff»…
Agachando la cabeza, coronamos esa parte y Jose pregunta que cuanto falta….

-«Calculo… que entre un kilómetro y uno y medio de cuesta arriba».

Aitor, me mira, con media sonrisa y creo que empieza a creerme respecto de las distancias que indicaba abajo.

Toca un pequeño descanso, en una zona sin arbolado e intentamos bajar pulsaciones para lo que queda.

Entramos en pista ancha y el terreno vuelve a inclinarse. Esto es lo más duro.

Por fin arriba, esperamos a reunir al grupo y aprovechamos para sacar algunas fotos.

Continuamos por una zona de toboganes que tendrá unos 400 metros y empezamos a descender.

La bajada parece que nos la sabemos todos, hasta que…. tomamos un desvío!!

Muy pocos conocen ese camino, pues la entrada está cubierta de hierba y no da a pensar que detrás haya un terreno ciclable, pero ahí está y nosotros lo disfrutamos.

Unos minutos despúes, estamos abajo y continuamos por pista buena.

Donde el grupo piensa que vamos a girar a la derecha, lo hacemos a la izquierda y atravesamos la carretera, por un cruce magníficamente situado ( con buena visibilidad y seguro).

Continuamos por pista  buena, hasta llegar al «cruce de la hecatombe» y tras consultar al personal las distintas opciones, optamos por subir una pequeña cuesta para descender seguidamente
hacia Cintruénigo.

Controlando siempre las distancias, creemos que podemos subir una última cuestecilla,  y en un par de minutos estamos cerca del hogar de los «Cirbonitas», inmersos en un reto que no conozco bien
pero que movió a un montón de gente de la citada población por esos caminos.

Nos acercamos al boquerón y tras consultarlo, giramos a la izquierda para rodar por la pista que asciende a los molinos, si bien antes de la cuesta, encaramos el manillar a la derecha para bajar por un «tramo divertido».

Solo queda volver a casa.

Pasamos junto a la «granja de la Sociedad» y cruzamos la carretera de nuevo, para volver hacia el huerto de los malejanes.

Guillermo, lleva no se cuantos días soñando con escaleras y para quitarle el gusto, aprovechamos para ir a San Gregorio y bajar las escaleras.

Bueno… casi todos, porque algun@s optan por dar media vuelta y no probar el descenso.

No pasan más de cinco minutos y estamos en Murchante.

48 kilómetros, realmente bonitos, en una ruta  espectacular y a buen seguro repetiremos bastantes veces…

31 de Agosto… casi Septiembre…

Ciclisticamente hablando, han sido unas vacaciones de órdago (pero a la grande, a la chica y a pares…).

Desde la salida que hicimos en Junio, con nuestros amigos de Buñuel, no había tocado la bici (ni con el dedo) y eso tiene su repercusión… a todos los niveles (el nivel de úrico, el de colesterol y vete a saber que otros…).

El domingo quedamos a las 8:30 en el parque: Guillermo, Chelu, Marta, Jarauta, Roberto, Aitor, Cesar Aguado y yo (Iñaki)

Se me olvidaba: Gerardo CASI vino (pero solo casi).

Tenía preparada una satén para darle en la cabeza al primero que dijera una ruta inapropiada pero al parecer, la gente estaba por la labor de empezar la temporada tranquilamente.

Decidimos, a propuesta de Cesar, ir hasta los Fayos por la ruta de los toboganes y encaramos las ruedas hacia el cementerio.

Salimos por el camino que discurre junto al camposanto, hacia Cascante y tras pasar las granjas de vacas, llegamos a la carretera de la balsa, en su tramo más próximo a la población.

Por una ruta, ya conocida por todos los Karrikiris, atravesamos una serie de senderos y cuestillas, que nos llevan hasta el camino del cementerio de Cascante (esto hoy, va de lápidas por lo que se ve…).

dejando el pueblo atrás y ascendiendo en dirección contraria al recorrido de la Night & Bike de este año.

Atravesamos la carretera Cascante-Fitero (la de los toboganes) y proseguimos ascendiendo hasta llegar a la balsa que abastece de agua a los pueblos de la redonda, cerca de monte alto.

Un poco más adelante, subimos la cuesta de los sifones y llegamos al asfalto. Toca bajar!!

Nos acercamos a Tarazona mientras conversamos animadamente, los unos con los otros, y poco a poco volvemos a ganar altura, dejando el cementerio de Tarazona a la izquierda y encarando nuestra ruta

hacia el embalse de Santa Ana.

De allí, una carreterilla, nos conduce hasta Torrellas, no sin pasar antes por la nacional y pagar el peaje (llamemosle así a «la cuestica» de entrada al pueblo con pendientes del tropecientos por ciento. Menos mal que es corta).

Mientras Cesar, nos cuenta detalles de los 10.000 del Soplao, salimos del pueblo y dejamos la carretera para tomar pista en dirección a las choperas sitas entre Torrelas y Los Fayos, donde la bajada nos saca la sonrisa a todos.

Poco después estamos en los Fayos, para que los cansos de Chelu y Marta pudieran montar en los columpios (que mañanica con los de «yo quiero montar», «yo quiero columpios»!!!!).

Cuando los chiquillos se han desfogado (y alguno ha dejado el asiento del columpio abombao incluso con el hierro que llevaba debajo de refuerzoooo…)  volvemos a la chopera pero esta vez para no pasar por Torrellas, sino que iremos a subir.

¿A donde?  pues está claro: al cementerio de Tarazona  (que no quede ni uno sin visitar, solo faltaba…)

Tras comprobar que los ganado de peso este verano, no ha sido en musculatura, termina la cuesta y estamos arriba, donde uno me dice , por lo bajini:

-«Llevanos de vuelta, hacia tal sitio para darles sorpresa y tal…»

Sonrío y aunque la secre pone cara rara cuando me desvío a la izquierda nada más bajar del cementerio, la gente sigue y poco a poco vamos encarando al personal hacia «el bulto».

Bajamos por pistas conocidas y dejamos a un lado Monteagudo para llegar a Cascante, donde volvemos a tomar desvío, pasando por el termolúdico y rodear el cabezo del romero, por una carreterilla.

A pocos cientos de metros tras abandonar el pueblo, aparece, imponente «el bulto». Unos lo afrontan con decisión, otros, oyen rechinar los dientes propios a medio ascenso y otros echan el ancla al ver la bajada…jijiji

Yo con el hombro aun en proceso de recuperación total… disfruto de la sorpresa y las caras, mientras la secre que es más perra que un caniche, me sigue oliendose el percal…

Llegamos a Murchante tras aproximadamente 60 Kilómetros de ruta, divertida que seguro que nos  ha venido genial para empezar a ponernos en forma (y lo que queda…).

P.D: Anselmo, no me corrijas que estoy muy desentrenado a todos los niveles!!!

La ruta de Diego y el Conce Dracúla (acento bien colocado).

El sábado, la familia dejó solo en casa a Diego y éste no tuvo otra ocurrencia que pillar el programa del GPS y empezar a crear una ruta…

A las 8:30 quedábamos en el parque un montón de gente (tanta que se me olvidará alguno así que por una vez no los voy a nombrar uno a uno (total, ellos ya saben que estaban allí…).

La cosa es que podía ser la primavera (que la sangre altera), o la fase lunar… la cosa es que… parecía que habíamos anuciado almuerzo (a ver si no me enteré de esa parte…).

Abandonamos Murchante por el cementerio y pasamos cerca de Cascante por una de nuestras más transitadas rutas.

Yo estoy cansado y no he dormido bien, me noto flojo. Menos mal que con la cháchara la gente no aprieta.

Pasamos Tarazona, por encima, llegando al Embalse de Santa Ana y recorriendo la carreterilla que serpenteando nos lleva a Torrellas.

Nos detenemos a comer algo. Pronto viene la parte dura de la jornada y es mejor que nos pille avituallados.

Guillermo, cual pastor, obliga a «la ovejica» a meterse por el camino hacia Los Fayos mientras ella decía:

-«Yo por carretera, yo por carreteraaaa»

(al camino derecha…)

Pasamos la chopera, el pueblo y dejamos la presa a nuestra derecha para continuar junto al río Queiles por el valle que tantas veces hemos recorrido en dirección a Vozmediano, hasta que un par de kilómetros

más adelante, el Sherpa, nos indica una pista a la derecha que sube hasta la misma cresta del monte.

Son u par de kilómetros de cuesta, llevadera, pero cuando uno no tiene su día…

Arriba esperamos hasta reunir al grupo. La ruta discurre por la mencionada cresta, empalmando caminos hasta Vozmediano. La parte buena es que el mayor desnivel ya lo hemos ascendido…. de golpe.

En Vozmediano, nueva parada a reponer algo.

Continuamos por carretera en dirección a Agramonte, para girar a la izquierda donde el maestro DiegoSam, guru del GPS, nos dice.

Comenzamos una bajada por pista, con alguna pequeña grieta y piedra suelta. Feliciano va a mi lado a velocidad terminal, hasta que encontramos un cruce. Hay que parar porque nuestro guía es más… civilizado, bajando.

Mientras freno, miro atrás y veo a Jarauta (jodo, como baja tu bici eh…. y lo preocupado que estabas el día que la estrenaste porque había que «hacerse» a ella).

Justo detrás, entre los matorrales aparece el conde Dracúla. Inmediatamente recuerdo las películas en blanco y negro y miro el cuello de Marta. No, no se ven indicios de mordisco.

Sin embargo el conde Orta (digo Dracúla), con la boca ensangrentada y con hilos de sangre cayendo hacia el cuello, está acechando y por fín veo que Feliciano está con la mano en el cuello…

Tras desenganchar al «Vampiro de la retro» y limpiarle, le explicamos que no tiene que morder todas las ramas del camino, ni poner los morros cuando una se cruce en su trayectoria.

Con la lección bien aprendida proseguimos, si bien compruebo, como el grupo mira de reojo al «Nosferatu Moncaino» y cada cual, protege el cuello con la braga e incluso con calzoncillo de cuello alto… por si las moscas.

La ruta marcada es una sucesión interminable de sube y baja, hasta que atravesamos la carretera que desciende desde Agramonte a SantaCruz, para continuar, una vez atravesada ésta, por el otro lado de la ladera.

Es aquí donde me emociono, al ver el formidable grupo que formamos…

No es que seamos buenos ciclistas… es que hay más arte que en el Circo del Sol!!!!

Llega una bajada, con piedras hermosas, redondas, gorrrrdas y bien repartidas y «el  trapecista» nos muestra como se hace un looping…

Frena con el de adeltante y voala!!!!  ahí tienen al hombre ariete!!!  jijiji

(Por suerte no se hizo daño… o eso decía, vamos…)

Continuamos bajando y llegamos a la carretera que va de Vera a SantaCruz. Esta vez tomamos el asfalto y comenzamos el descenso a Tarazona.

Vamos tranquilos, hasta pasar la rotonda donde está el cruce para descender al pantano del Val.

Nosotros continuamos a Tarazona pero un bólido musculado pasa a toda velocidad…

Es un meteorito? un avión? superman??  NO. Es Feliciano, dando pedales que parece que se le va a salir la cadera!!!

Salto y voy con él. Detrás se nos unen unos cuantos más…

Vamos dando relevos o demarrajes… no lo tengo claro, pero si que al pasar de 67 km/h) me cuesta aumentar velocidad, porque no me dan las piernas…

Llegamos a Tarazona y…. nos detenemos.

Dani? donde está Dani…?

Ha desaparecido.

Telefono en mano, veo cabecear a Feli, hablando con el desaparecido…

Cuelga.

Vale, que nos vamos… que él ha parado y bla bla bla… y que dice que bla bla bla…

Seguro??? que si que si… que dice que …. bla bla bla…..

Ah vale….

Por la vía verde del Tarazonica, vamos a ritmo alegre pero sin forzar, que mal día llevo y encima acojonado… toda la vía verde con el vampiro a mi «lao» mirándome la yugular…

Por fin llegamos a Murchante y me siento a salvo. Ahora voy a por una ristra de ajos para frotármela por el pescuezo, que tras la ducha… me volveré a encontrar con «éste» y solo falta que tenga hambre….

Crónica: La Ruta Guillermina

Estrenábamos ruta.

Guillermo, me comentaba, ayer sábado, la posible ruta que se le había ocurrido realizar y la verdad es que tenía muy buena pinta (…tooo pa´rriba).

Como, a priori, la ruta era más corta que las últimas, decidimos dormir un poco más y salir a las 9:00 del lugar habitual.

Puntuales como un clavo, aparecen por el parque: Guillermo, Roberto, Jarauta, Bauti y yo mismo (Iñaki).

Junto a Bauti, viene de Tudela, Roberto Val. compañero de Spinning con el que hoy compartiremos ruta.

Salimos del pueblo por el Soladrero, camino de la antigua estación de tren «del Tarazonica» y por la misma vía verde, subimos tranquilamente.

Llegados a la altura de Vierlas, abandonamos el trazado  para empalmar con la carretera que va a Cunchillos.

Tras un par de kilómetros asfaltados, llegamos a este último pueblo, saliendo del mismo por un camino que ya va acercándonos a la primera subida del día.

Subimos a los molinos del puerto de «Las lanzas» en una mañana perfecta.

Temperatura adecuada, sin viento, un sol agradable… QUE MAÑANICA!!!!

Vamos, tanto es así que arriba, y por primera vez este año, cambio los guantes de invierno por los de primavera, ya empezamos a tener ganas de quitarnos forros…

Ha sido la primera cuesta pero como ya avisaba a mis compinches, había que guardar fuerzas para lo que estaba por llegar…

Abandonamos los molinos por la pista de la izquierda (una vez arriba como decía) para acercarnos al punto más alto del puerto en cuanto a su versión asfaltada se refiere.

Los próximos 3 kilómetros son los únicos que, ni el guía oficial ni yo, conocemos aunque, dice el «Sherpa Orta», que vio una pista que bajaba a la subestación eléctrica desde su camión (madre, madre…).

Allí y sin cruzar el puente, empezamos el descenso por un camino que se transforma en sendero y poco después en rastrojera cuesta arriba…. hasta que escucho un

-«Ye Heeeeeeeeee»

Miro atrás y no hay nadie… Upss

Vuelvo y abajo están esperando:

-«Tiene que ser por ese otro que se ve al otro lado de esa finca»

Minutos después y tras un corto tránsito de modo rotabator, seguimos bajando, ahora sí, por el camino apropiado.

Cuando se ve la instalación eléctrica, Guillermo me dice:

-«Lo veeeeeeesssssss, si ya te decía yo pero no confías en mis dotes de orientación…!!!»
(EJEM…)

Anunciamos al resto del grupo lo que se nos viene en breve.

Pasando bajo la carretera (por un túnel) daremos con una cuesta de las de aupa. Frente a nosotros, la sierra de la Diezma, y un «caminacho» que parece subir como si de una vía al K2 se tratase.

Roberto Val, mira y replica:

-«¿¿¿Seguro que se puede subir eso…???»

Quinientos metros más adelante estamos todos en molinillo, luchando por que la rueda delantera no despegue del suelo y rezando para no caernos (a ver quien vuelve a montar en una pendiente que supera, por amplio margen, el 20%).

La cuesta calculo que medirá del orden de un kilómetro y medio, que queda impreso en la mente de aquel que la asciende. 

Todos sin excepción subimos montados en las bicis (dicen las malas lenguas que Jarauta decía al que llevaba al lado):

-«Esto lo subo por mis Webs, cojones que si la subo…!!! «

Y a decir, que cumplió su palabra…

Arriba, aun con el resuello, Roberto Val, pregunta:

-«¿Esta cuesta tiene nombre?»

-«No»

-«Pues hay que ponerle porque lo merece…»

Un par de minutos después, anuncia

-«EL Molinillo, así la llamaremos».

A lo que Jarauta responde (yo la llamaría «Putadón»)…

Así que con ese par de nombres que queda bautizada y que quienes la prueben digan con cual se queda cada cual…

Estamos en la cresta de la sierra, pero aun nos queda por subir. Sin embargo, la altura alcanzada hace que el resto sea pan comido.

Continuamos por una pista que asciende suavemente y nos deja al final de la carretera de subida a la Diezma (la que sale desde Grisel) y terminamos la ascensión por asfalto.

Arriba, nos detenemos para comer algo y continuamos por la pista de los molinos hasta una bajada conocida como «la cicatriz».

Es aquí donde vemos tres asustados corzos, que corren ladera abajo evitando el contacto con nosotros.

Por la pista, unos paseantes, se detienen para ver como se les acercan, mientras el niño que les acompaña, sale corriendo despavorido viendo que se le echan encima al grito de:

-«Que nos pillaaaaaaaaaaaaaaaaann»

Los asustados animales al ver que frente a ellos había «berreadores comunes» (subespecie humana) optan por cambiar de rumbo y evitar todo contacto con humanos.

Descendemos y terminamos en la carretera de Veruela, desde donde bajamos hacia la rotonda de Santa Cruz.

En ella, están un grupo de amarillos (no son chinos, sino ciclistas del C.C. Murchante), esperando por el resto de su grupo.

Nos detenemos un par de minutos para charlar con ellos y continuamos, bajando hacia el pantano.

Pasamos Los Fayos y nos adentramos en la chopera que tantas veces hemos cruzado este invierno, para volver a subir, al cementerio de Tarazona.

Ya arriba, Jarauta no quiere oír hablar del Tarazonica así que nos anima a elegir alternativa de vuelta (¡¡y que acertadamente!!).

Decidimos volver por «los sifones» y tras algo de turismo (visitando caminos nuevos…), terminamos por dar con el dichoso sifón (y con «el aglomerao» aunque… esa es otra historia… ).

Pasamos junto a la reserva de agua de «La Mancomunidad de Aguas del Moncayo» y continuamos nuestro descenso a Monteagudo.

De Monteagudo pasamos a Cascante donde Guillermo vuelve a ejercer su mando de guía oficial y nos desvía para pasar frente al Termolúdico… (qué tramará…)

Por la entrada a Cascante, que viene de la carretera de Fitero, y en dirección «al Romero» avisa:

-«Preparaos para una última de molinillo»

-«Al romerooooooo??»

-«NO!!»

Nos desviamos y como de la nada, junto al camino sale una especie de (no se ni como llamarlo): Bulto de tierra????

Empinado, muy empinado y tomando carrerilla cada cual intenta subir como puede.

De arriba y sin tiempo para pensar,  arranca un vertiginoso descenso con escalones incluidos de los que a mi y algún otro («sevillano» que andaba por Castejón…) nos sacan la sonrisa.

Que bonito!!

Animados por esta sorpresa, decidimos evitar el trayecto final previsto y decidimos volver hacia nuestro pueblo por «otro lugar», y que no podemos citar porque…podría ser parte de cierta
prueba cicloturista nocturna a celebrar el próximo 14 de Junio… así que… digamos que llegamos a Murchante con una sonrisa en la boca tras una ruta completa que terminó con 76 Kilómetros
preciosos y que seguro que repetimos.

Crónica: Visitamos Ágreda

Habrá a quien parezca que la Javierada está lejos pero, si nos descuidamos un poco, nos veremos en Carcastillo con el almuerzo en la mano.

Es por ello que hace ya alguna semana, que viendo que los habituales están en forma, hemos ideo proponiendo rutas acordes y atractivas. A ver si el resto del grupo se anima (si hace falta empezamos de cero, claro que sí, pero necesitamos saber que queréis salir…).

Este fin de semana estábamos decididos a realizar ruta nueva.

Salimos de Murchante: Guillermo, Bauti, Diego, Patxi, Jarauta (con flamante  y preciosa bici), Sierra y yo (Iñaki).

Como tenemos que estar en Tarazona a cierta hora, subimos por el vial del Tarazonica y encaramos «el puerto de Tarazona» hasta el cementerio.

Durante la subida Diego arrea, mientras Bauti y un servidor apretamos dientes para no perder rueda…arrrg. Arriba, llegamos con las pulsaciones a tope… menudo arreón!!!

Allí se encuentra Marta que trae a probar a Goin.

Bajamos hacia la chopera sita bajo Torrellas y que nos deja en Los Fayos.

Puedes pasar durante todo el año y esos dos kilómetros de chopos, siempre sorprenden con colores nuevos. Es una zona preciosa en la que me sorprendió no ver a nadie paseando como es habitual.

En Los Fayos, ascendemos a la presa y de allí bordeando el pantano, plantarnos en su cola.

Nos dirigimos hacia la catarata del pozo de las truchas, ruta que en el último año hemos realizado varias veces pero que no aburre dado su precioso paisaje.

Continuamos mientras el camino se torna en sendero y finalmente, tras atravesar el río, varias veces, por las pasarelas, llegamos a las cataratas.

Nos detenemos a comer algo, mientras algunos que aun no habían tenido oportunidad pululan de un lado a otro disfrutando de la magnificencia de este paraje.

Continuamos con la bici a cuestas, por unas escaleras, que pese a no ser muy largas, se hacen eternas dado el alto de cada escalón.

Al llegar arriba, comprobamos que el suelo (la tierra) está congelada y a nuestro paso cruje como si de hielo se tratase.

Bajamos y volvemos a subir, para bajar nuevamente y encontrarnos  con el río al que el sendero bordea.

Disfruto como un enano mientras detrás Bauti, que viene por aquí por primera vez, va gritando algo así como:

«Que pasadaaaa, esto es acojonante.. que chulo oye…»

Toca segundo tramos de escaleras y volvemos a ascenderlas.

Arriba, un estrecho sendero balizado nos lleva en unos kilómetros a una subida ya en camino de terreno roto.

Ascendemos la cuesta y esperamos para reunir al grupo mientras aviso que allí se acaban mis conocimientos de la ruta y dependemos del GPS de Bauti. Por suerte (no es que desconfíe…o si…) Diego nos explica que un día estuvo y sabe como se llega a Ágreda (según el solo dos kilómetros en llano…). Bauti dice que el track también va por donde Diego indica así que perfecto.

Empieza «el llano» y curiosamente pregunto a Diego si soy yo o a él también le suben las pulsaciones.

Sobre el termino «llano»:

-«Hasta que porcentaje de inclinación manejas ese vocablo,Diego?»

Kilómetro y algo más adelante por fin el llano se hace presente y esperamos al grupo mientras el tudelano confiesa que él lo hizo en sentido contrario…

Parece que hemos llegado. A pocos metros de nosotros se ven las primeras casas de Ágreda. se ven un poco por encima nuestro pero vamos, nada insuperable.

Nos acercamos y de repente una cuesta abajo, nos deja ver como las casas ascienden a nuestros ojos.

Una cuesta tras otra nos deja en la zona más alta de Ágreda, y si bien no era necesario llegar hasta allí, el GPS indicaba eso así que… arreando que es gerundio.

Patxi pregunta a una mujercica como se llamaba la monja de poderes místicos (bilocación) y a la que, el rey visitaba.

La buena mujer le responde  algo así como…:

LaSatisimaMadreMariaJesusDeAgreda« (sin pausa alguna).

Una vez ilustrados sobre las personalidades del renacimiento «Agredano», llegamos al «parque de la dehesa» (si hombre, donde está esa famosa fuente de la que mana agua con olor a huevo podrido…).

Comemos algo rápidamente para que no se nos haga tarde y vemos que tal va la gente.

En manos del «hombre de los Jonderes», salimos de Ágreda, pasando bajo un puente de la autovía que nos lleva a una pista.

Al poco de rodar por ella, Diego se da cuenta. Estamos en lo que era la antigua vía del tren, ahora camino en muy buen estado y que nos lleva cuesta abajo (salvo dos pequeñas rampas ascendentes) a un pueblico, del que ninguno habíamos oído hablar: Valverde de Agreda.

Continuamos adelante y varios kilómetros más adelante, entramos en la carreterilla que anuncia la «Estación de la Nava», aunque al poco nos desviamos por un camino en dirección a «Monte Alto».

Continuamos estando a casi 900 metros de desnivel sobre el mar, lo que dice que vamos manteniendo la altura.

Goin va sufriendo pero no cede y como buen campeón continua sin quejarse.

Sierra y Jarauta miran el reloj y piensan que no sabemos donde estamos (¿nos dará la noche aquí me medio de ninguna parte?).

Aunque el GPs es cosa de Bauti, creo conocer el camino y comento a Marta y Guillermo que CREO que bajaremos por una pista por la que ya bajamos una vez y que nos dejará en Tarazona.

Nada más empezar el descenso, les digo si reconocen la cuesta a lo que ambos me miran como un gato al que preguntas la tabla del tres.

Ya casi en Tarazona, Guillermo cae en la cuenta de una ruta que hicimos hace varios años y que discurría por allí (con Fernando Campo y mi padre).

La verdad es que Bauti, ha diseñado una ruta de vuelta evitando subidas (por más que alguno «grandote» me dijera que no hacíamos más que subir también de vuelta…jijiji) y muy bonita.

Nos detenemos junto a la fábrica de caramelos de Tarazona, donde Marta y Goin, se despiden y vuelven al coche, mientras nosotros callejeamos hacia la parte baja de la cuidad.

Al pasar por la plaza del Ayuntamiento, el olor a carne asada impregna el ambiente y nosotros con hambre cabeceamos de lado a lado para ver de donde sale semejante aroma.

Finalmente terminamos de bajar y encaramos al Tarazonica, donde bajamos a paso tranquilo.

Nos despedimos de los tudelanos en la antigua estación de tren de Murchante, tras 90 kilómetros de ruta preciosa y que a buen seguro repetiremos.

Desde aquí, los Karrikiris os deseamos lo mejor para el 2014.

Crónica: Vozmediano & Agramonte. A la ladera del Moncayo

La previsión indicaba que era un dia perfecto en cuanto a viento (inexistente) y eso en la ribera… es algo para celebrar (Vade retro Cierzo!!).

Al salir de casa se nota un frío intenso, señal de que estamos a bajo cero (pero sin viento!!!!).

Guillermo y yo (Iñaki) somos los primeros en llegar al parque pero pronto aparecen Bauti, Diego, Cesar y su cuñado que se ha animado a acompañarnos.

Aparecen también Jarauta y Carlos (Sierra) y al poco lo hacen Marta y Roberto.

Son las 9:05 y sabemos que no merece la pena esperar más… no va a venir nadie más, así que salimos por el cementerio hacia Cascante y antes de llegar, nos desviamos para ir haciendo un tramo de la Night & Bike, pero en sentido inverso.

Rodamos por los caminos hablando entre nosotros. Cuando estamos a poco más de cinco kilómetros de Cascante, se nos cruzan tres corzos de buen tamaño y tras atravesar el camino, siguen a trote por un yeco… que chulo es verlos en estado salvaje.

Continuamos nuestro recorrido pasando por el embalse de la mancomunidad de aguas (donde se llenan los depósitos de agua de algunas poblaciones riberas. Entre ellas, Murchante) y seguidamente subimos la cuesta de los sifones.

Continuamos hacia Tarazona con la mente puesta en el embalse de Santa Ana, que dejamos a nuestra derecha y continuamos por una carreterilla hacia Torrellas.

Al salir, nos metemos en el camino que atraviesa la chopera, que por cierto, está precioso (en cualquier estación del año, todo sea dicho) para llegar a Los Fayos, donde nos detenemos a comer algo.

Con las energías repuestas, volvemos a nuestros cómodos sillones «bicicletiles» y proseguimos junto al río Queiles a Vozmediano.

La ascensión  es poco menos que una carrera/cronoescalada y los diez kilómetros que separan ambas poblaciones se pasan en un santiamén. Entre hielo, escarcha y paisaje invernal  avanzamos con la temperatura sin subir un ápice (probablemente lo haga pero como vamos ascendiendo… no lo notamos.

En Vozmediano, esperamos y reunimos al grupo para continuar a continuación por asfalto hacia Agramonte.

La carretera, en las zonas de sombra está helada y las ruedas hacen crujir el delgado manto blanco (cronkch, cronch…).

Llegamos arriba y nueva parada para reunir al grupo. Por fín se han terminado las cuestas arriba y empezamos a descender.

En Santa Cruz, nos desviamos para bajar por un sendero a Tarazona, donde disfrutamos como enanos  pero… no dura mucho y pronto estamos en al antigua Turiaso, desde donde bajamos por el Tarazonica y disfrutar de la merecida comida.

Han sido unos 85 Kilómetros de fría pero agradable ruta. ¿Se puede pedir más?